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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Capacitado pero inadecuado

Pedro Sánchez impone a un ministro como gobernador del Banco de España, sin acuerdo con la oposición, en una política de nombramientos que casa mal con sus afanes regeneradores

José Luis Escrivá acude al Palacio de la Generalitat como ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública este miércoles.
José Luis Escrivá acude al Palacio de la Generalitat como ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública este miércoles.Marta Perez (EFE)
El País

El Gobierno designó este miércoles al ministro de Transformación Digital, José Luis Escrivá, como nuevo gobernador del Banco de España. El nombramiento tiene lugar al límite máximo de los tres meses transcurridos desde el final del mandato del gobernador anterior, Pablo Hernández de Cos. La demora no ha repercutido positivamente en el prestigio de una institución que trabajosamente había recuperado el respeto público durante ese mandato, pero no es esa la principal disfunción que rodea la designación de Escrivá, un economista de notable trayectoria profesional, sino la anomalía que supone el paso directo desde el Gobierno a la cúpula de una institución que debe ser independiente por mandato de la ley que regula su autonomía (de 1994) y del artículo 130 del Tratado de la UE.

Más allá del ruido político, acompañado de las habituales hipérboles del Partido Popular, la capacitación de Escrivá es un hecho poco discutido. Lo demuestra su recorrido en el propio Banco de España, el BCE, el Banco Internacional de Pagos, el servicio de estudios del BBVA o la Autoridad Fiscal Independiente, a la que fue promovido por un Gobierno de distinto signo, el de Mariano Rajoy. No estamos, sin embargo, ante un debate sobre la idoneidad de un economista contrastado, sino ante un nombramiento realizado por un Gobierno, esto es, ante una decisión no solo técnica sino también política.

Resulta poco realista pensar que los bancos centrales no hacen política mucho más allá de la monetaria, como demostraron las cartas de un presidente del BCE al Ejecutivo español y al italiano para hacer recortes hace ahora 15 años. Los banqueros centrales harán política sea cual sea el perfil y el mecanismo de nombramiento, pero es difícil defender que alguien pase del Consejo de Ministros a un organismo regulador sin que medie un razonable periodo de transición.

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En términos prácticos, Escrivá se enfrenta a posibles conflictos de interés, dado que, como ministro de Seguridad Social en la legislatura pasada, tuvo un papel relevante en proyectos que fueron objeto de valoración o crítica por parte de diversas entidades independientes, como sucedió con el Banco de España y la reforma de pensiones. A todo ello habría que sumarle su condición de miembro hasta este miércoles mismo de un Gobierno que ha puesto en marcha un amplio catálogo de reformas y medidas económicas sobre las que podría tener que pronunciarse en su nuevo cargo. Es difícil creer que el tránsito entre el Ejecutivo y el Banco de España no suscitará contradicciones entre el Escrivá ministro y el Escrivá gobernador, independientemente de su buena voluntad, autonomía de criterio y acierto personal.

Sánchez impone a un miembro de su Gabinete como gobernador, sin acuerdo con la oposición, en una política de nombramientos que casa mal con los afanes de regeneración. Que existan casos en otros países o que la derecha española enviara a un ministro en ejercicio —Luis de Guindos— a la vicepresidencia del Banco Central Europeo no le exime de su responsabilidad a la hora de evitar el desgaste innecesario y a priori de una institución tan relevante como el Banco de España.

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