Perfil | José Luis Escrivá, el hombre sin dudas que dirigirá el Banco de España
El todavía ministro, de férreas convicciones, llega al supervisor bancario en medio de la polémica por su protagonismo en los gobiernos de Pedro Sánchez en temas sobre los que tendrá que opinar desde su nuevo puesto
Aupado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a pesar de contar con el rechazo del Partido Popular y de varios miembros de un sector de la plantilla de la propia institución, José Luis Escrivá Belmonte (Albacete, 63 años) ocupará el puesto de gobernador del Banco de España durante los próximos seis años en sustitución de Pablo Hernández de Cos, cuyo mandato al frente del supervisor financiero concluyó el pasado 10 de junio. El que fuera ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, y posteriormente de Transformación Digital y de la Función Pública, durante las dos últimas legislaturas, recala con polémica en una institución cuyo espíritu independiente queda en tela de juicio con el forzado aterrizaje de Escrivá, una figura íntimamente ligada a la de Sánchez. No en vano, el líder del PSOE lo fichó procedente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) en 2020, y desde entonces ha ocupado cargos de gran relevancia en los sucesivos gobiernos de coalición.
Quienes más han tratado con Escrivá reconocen su capacidad de análisis y trabajo como una cualidad indiscutible, trufada de una obstinación equivalente. Además de que posee un currículo y formación solventes: es economista por la Universidad Complutense de Madrid y empezó en el servicio de estudios del Banco de España; dirigió el servicio de estudios de BBVA entre 2004 y 2012; y fue director para las Américas del Banco Internacional de Pagos de Basilea. De su paso por estas instituciones financieras le quedó cierto estupor por los escandalosos sueldos de la banca.
La suya fue una de las voces que más escuchó el presidente del Gobierno durante la crisis de la covid. Con sus propuestas para tejer el escudo social que protegiera a familias y empresas más golpeadas durante la tormenta de la pandemia. También fue el artífice de poner en marcha el ingreso mínimo vital, que ha transformado el esquema español de apoyo social a pesar de que aún tiene margen de mejora. A pesar de que Sánchez ha tenido muy en cuenta sus opiniones, Escrivá no logró hacerse hueco en ese bloque granítico de confianza que crearon Nadia Calviño, María Jesús Montero y Teresa Ribera durante la pasada legislatura.
Su apasionado estudio de la estadística —hasta el punto de que se crea sus propias hojas de cálculo, que nutre de diferentes fuentes públicas para tratar de anticipar tendencias sobre los precios, el consumo o la actividad económica—, le ha llevado a ser acusado en varias ocasiones de tecnócrata. Toda vez que cualquier cuestionamiento sobre los resultados de sus estudios ha tenido mal encaje por parte del exministro, que hace gala de una fuerte personalidad. Ya sea en el seno del Congreso, del Senado o en una rueda de prensa, Escrivá acostumbra a defender con vehemencia sus postulados, elevando la tensión dialéctica si es necesario. Incluso ha utilizado las redes sociales —en particular X— para atacar a quienes han contravenido sus informes, ya sean particulares o instituciones de análisis. Incluido el Banco de España.
Lo hizo recurrentemente durante su etapa al frente del Ministerio de Seguridad Social —entre enero de 2020 y julio de 2023—, cuando capitaneó la primera parte de la reforma de pensiones (que las ligó al IPC), además de modificar el sistema de cotización de los autónomos. Durante la negociación de la primera de estas transformaciones se granjeó las mayores críticas dentro del seno del diálogo social, incluidos sindicatos. Y especialmente dolorosos para él fueron los cuestionamientos sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, que 16 economistas de renombre pusieron en entredicho en un manifiesto por entender que se estaba infravalorando el impacto de las reformas sobre el déficit del sistema. De hecho, Escrivá no ha dudado en criticar la precisión de las proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística (INE) —menos optimistas que las suyas—, algo que comenzó a hacer durante su etapa al frente de la AIReF.
Precisamente como presidente de la Autoridad Fiscal puso en marcha los procesos de evaluación del gasto público. Y defendió el control de las políticas públicas como hacen los países más desarrollados. Desde ese puesto mantuvo fuertes enfrentamientos con el ministro del PP, Cristóbal Montoro, por la falta de transparencia del ministerio y por las supuestas estrecheces presupuestarias que le hacía sufrir aquel Ejecutivo popular.
El último enfrentamiento público que protagonizó Escrivá en sede parlamentaria tuvo lugar en el Senado, ya como ministro de Transformación Digital y Función Pública, cuando recriminó a Gerardo Camps, senador del PP, tras mirarle varios segundos fijamente, que estaba molestándole durante su intervención al estar hablando por teléfono. Tras quejarse al presidente de la sala, y considerar que no se le estaba respetando, decidió abandonar la cámara.
Sin embargo, cuando la tensión amaina y el ambiente se relaja, Escrivá demuestra una carcajada fácil. Así quedó registrado durante un acto organizado por la Fundación Mapfre, cuando se dio cuenta de que había vertido agua en el hueco de un atril que no estaba diseñado para ello. Su reacción rápidamente se viralizó en las redes: “Ahh, esto no es... Me parecía muy complejo. Ahora tengo un problema”, bromeó entre risas.
Un ojo en EE UU
Su llegada al frente del segundo ministerio se produjo después de que su nombre sonase como relevo de Nadia Calviño en Economía. Una responsabilidad que finalmente recayó sobre Carlos Cuerpo, mano derecha de la actual presidenta del Banco Europeo de Inversiones. Aun así, desde que tomase posesión del nuevo cargo hace poco más de un año, sus ojos han estado puestos en la inteligencia artificial; así como en la mejora del funcionamiento de las administraciones públicas. Dos tareas que confluyen en la implementación de nuevas herramientas basadas en esta tecnología y el rearme de las plantillas de los trabajadores públicos.
Apasionado de la política estadounidense, no se pierde ninguna noticia relacionada con la campaña electoral. Ya en las pasadas elecciones, hace cuatro años, pasó la noche en vela, atento al recuento en los condados más apretados. No hay constancia de que tenga una hoja de cálculo que proyecte los futuros resultados de noviembre, pero no es algo descartable.
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