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El Banco de España se juega su futuro

Expertos y académicos se muestran contrarios a que desde el Gobierno se pase al organismo supervisor

nuevo gobernador del banco de españa
José Luis Escrivá y Pablo Hernández de Cos, en enero de 2022, en Madrid.J. J. Guillén (EFE)
Xavier Vidal-Folch

En pocos días el Banco de España se juega su futuro. Y quizás su independencia. O, más precisamente, la apariencia tangible de su independencia. Antes del 10 de septiembre el Gobierno debe nombrar a su nuevo gobernador. Pablo Hernández de Cos terminó su mandato el 11 de junio, y su vacante lleva casi tres meses sin cubrir, salvo temporal y accidentalmente por la subgobernadora, Margarita Delgado. “Este retraso de muchas semanas en el nombramiento resulta alarmante: en el mundo financiero y de banca central, el efecto reputacional es ya muy serio”, advierte José Manuel González-Páramo, catedrático y ex miembro del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) entre 2004 y 2012.

Ocurre que el Gobierno y el PP siguen sin alcanzar un acuerdo sobre los nombres del gobernador/a y subgobernador/a. El candidato más que oficioso —oficial pero sin ser públicamente reconocido— es el actual ministro de Transformación Digital, José Luis Escrivá. Nadie discute su cualificación técnica, pues es antiguo funcionario del Banco de España (en su Servicio de Estudios) y, sobre todo, fue jefe de división de Política Monetaria del BCE en su despegue (1999-2004) y director para América del Banco Internacional de Pagos (BIS) entre 2012 y 2014.

Pero sí la conveniencia política de que un ministro en activo dé el salto al banco central. Un miembro de la cúpula del PP razona a este diario que eso “es inaceptable, porque pone en cuestión la independencia del Banco de España, lo politiza y ahonda la degradación institucional”. Fuentes del Ejecutivo replican que el Gobierno Rajoy propuso a su ministro en activo Luis de Guindos como vicepresidente del BCE, con muchas menos calificaciones por el coste financiero del rescate bancario y su pasado como presidente en España de Lehman Brothers, mientras que Escrivá fue nombrado por aquel Gobierno presidente de la Autoridad fiscal independiente (AIReF): “¿Eres independiente si te nombra el PP pero inadecuado si lo hace el PSOE?”, se preguntan. Y desde el Banco de España hay quien se pregunta si la opción Escrivá “acabaría blanqueando la funesta operación Guindos”, de “resultados lamentables”, concluye un ministro. El propio Guindos se ha defendido alegando que su nombramiento pasó otros filtros, como el del propio consejo del Eurobanco.

Todos tienen argumentos, pero algunos son gaseosos. El fondo del debate no es si el trabajo en una Administración de un color (o de dos distintas) inhabilita, ni tampoco si se supera uno o más filtros, sino si el salto es directo desde el Gobierno, sin pasar cuarentena, al menos intelectual, para sortear conflictos de interés. Como sucede en el mismo Banco de España, cuyo gobernador/a debe guardarla dos años tras su cese.

Tampoco otros casos europeos que han resultado bien, como el de Mário Centeno, de ministro a gobernador del Banco de Portugal, son resolutivos, pues siempre puede haber excepciones. Estos saltos “no están bien vistos por los bancos centrales, así que pueden erosionar la influencia de quienes los emprendan sobre sus colegas, aunque claro, eso no excluye la posibilidad de que una vez el candidato llega al puesto lo haga muy bien”, concede Páramo.

Legitimidad y resultados

La independencia de los gobernadores forma parte de un debate más amplio que ahora resurge: la independencia global de los bancos centrales. Esta es un imperativo legal. “Ni el BCE ni los bancos centrales nacionales… podrán solicitar o aceptar instrucciones de las instituciones de la Unión, ni de los Gobiernos”, manda el Tratado de la UE (artículo 130).

También resulta de una conveniencia monetaria derivada del problema de la inconsistencia temporal: “Un banco central cortoplacista, que decide de acuerdo a un horizonte temporal, por ejemplo, tiene incentivos” para desarrollar una estrategia expansiva que estimule “un crecimiento a corto plazo, aunque ello suponga perder credibilidad y una revisión al alza de las expectativas de inflación a medio y largo plazo”, resumen Javier García Arenas y Adrià Morron (Caixabank Research, abril 2021). El ejemplo en caricatura es el Banco de la República de Turquía, cuyo nepotismo dispara este año los precios a cerca del 50%.

La independencia se desglosa y comprueba en varios baremos: el legal, el personal, el funcional, el financiero… Todos ellos componen el llamado índice de Davide Romelli, que resume la creciente evolución de 154 supervisores internacionales hacia la autonomía.

El problema de los bancos centrales es de legitimidad política de origen: constituyen un poder no elegido. Para algunos, incluso “un poder no democrático que socava la base del Estado democrático moderno”, como sostiene Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y autor del reciente Más difícil todavía (Deusto). Aunque, más exactamente, ese poder deriva de una elección de segundo grado, pues sus dirigentes son designados por los Ejecutivos y estos, por los Legislativos. De modo que su legitimación económica depende de sus resultados: “la independencia solo es valiosa en tanto que ayude a mejorar los logros macroeconómicos”, sostiene el profesor Christoph Weber, hoy en la francesa Escuela Superior de Ciencias Comerciales de Angers y entonces en la Universidad de Núremberg (ECB, Independence at risk?, Intereconomics, 2014).

Distintos análisis empíricos han demostrado que a mayor autonomía de la política, en general se han cosechado mejores resultados (véase el texto canónico En defensa de la independencia de la banca central frente a sus entusiastas, de González Páramo, en Anales de la RACMP, 2023; y The case for central bank independence, BCE, 2020).

Luis Ángel Rojo, que fue responsable de la institución bancaria central entre los ejercicios de 1992 y 2000.
Luis Ángel Rojo, que fue responsable de la institución bancaria central entre los ejercicios de 1992 y 2000. J. M. Espinosa (EFE)

En España, la tradición reciente asocia independencia del supervisor con trayectoria no partidista de los candidatos y con consenso en la elección de su cúpula (gobernador-a/subgobernador-a). Desde la ley de autonomía del Banco de España (1994) los tíquets encabezados por Luis Angel Rojo, Jaime Caruana, Luis Linde y Pablo Hernández de Cos han sido consensuados en distinto grado, total o parcialmente, por los dos grandes partidos: el acuerdo abrazó a los dos principales cargos.

La excepción de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, secretario de Estado de Hacienda en el Gobierno Zapatero, fue doble, por su origen y porque sus competencias fueron luego invadidas por el ministro Guindos, forzándole a anticipar el fin de su mandato. En nuestro caso, en que “aumenta la polarización política también en el ámbito institucional, sería buenísimo y especialmente adecuado que la gobernanza se decidiese por acuerdo”, apunta a EL PAIS el profesor Xavier Vives, del IESE, uno de los españoles más escuchados en los foros de bancos centrales. “De lo contrario, la oposición tirará a dar contra el gobernador, poniendo en tela de juicio la institución”, comulga un banquero central.

Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de  España entre los años 2006 y 2012.
Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España entre los años 2006 y 2012.Manuel Escalera

Académicos y políticos

Académicos y expertos monetarios se manifiestan ampliamente contra la puerta giratoria de los Gobiernos a los bancos centrales. “No estar marcado políticamente es importante, no ya para el candidato en sí, sino para la recepción pública del trabajo que deberá hacer, porque además de la capacitación cuenta la apariencia. Lo malo de un salto de ministro a banquero central consiste en que afecta a esa apariencia”, subraya Vives. “Puedes ser un gran economista y, en cambio, tener un pasado reciente que te haga inadecuado para el cargo: saltar directamente del Gobierno al banco central no es bueno. La vinculación reciente con la política y, especialmente, el activismo, no es recomendable”, sintoniza Páramo.

Todavía más rotundamente se expresa desde EE UU el profesor Jesús Fernández-Villaverde, catedrático de Economía en la Universidad de Pensilvania y académico visitante en varios bancos de la Reserva Federal: “La historia económica nos enseña de manera aplastante que saltar de un consejo de ministros a ser gobernador de un banco central es total y absolutamente inadmisible”.

Villaverde recuerda la disfunción “brutal” del counselor (equivalente a ministro) Arthur Burns, nombrado presidente de la Fed por Richard Nixon: “Fue un desastre, sin lugar a dudas el peor dirigente de la Reserva Federal desde 1945″. Lo fue, “y eso es lo peor, porque como le debía el puesto a Nixon torció la política monetaria en la dirección que le convenía al presidente”. EEUU “salió tan trasquilado que, por dos generaciones, la mera idea de que un miembro del gabinete presidencial saltase directamente al banco central fue anatema”, remata. Y apostrofa: “No es el único caso: si quiere, le pongo dos docenas más...”. A su juicio, “en un país como España, el vector personal, particularmente la carrera profesional pasada, es el más importante para la independencia, con mucha diferencia: así que es la voluntad del gobernador la que importa de verdad, ¿quiere ser independiente o no?”.

En general, los académicos destacan que el ámbito más delicado para este tipo de saltos, en el territorio de la eurozona “no es el de la política monetaria, porque el candidato se convertirá en uno más entre una veintena de gobernadores, sino en regulación y supervisión: como dar el visto bueno a un determinado consejero de un banco comercial; o gestionar la resolución y liquidación de un banco, entre otros asuntos que pueden tener un impacto presupuestario”, desgrana Páramo. Concuerda Vives: “Es más relevante para las misiones de asesoría pública mediante la emisión de informes, que para la política monetaria y la supervisión de la gran banca, que eso corre a cargo del BCE”.

Ese es precisamente uno de los debates de futuro de la institución: el necesario equlibrio entre organismo supervisor del sector financiero y emisor de opiniones sobre riesgos macroeconómicos a largo plazo. El último mandato de Hernández de Cos ha enfatizado esta última función, algo que ha incomodado a algunos en el Ejecutivo.

Un banquero privado español de gran prestigio internacional apunta prioridades en positivo para el próximo gobernador/a: “Lo principal para un gobernador es conseguir influencia en Fráncfort, no es tarea fácil, porque es uno de veinte”; después, “evitar líos en la supervisión bancaria, pero es un flanco menor porque el grueso del sistema bancario español lo supervisa el BCE; y la tercera pata es “dominar los mercados monetarios”. El perfil ideal, dice, es el de alguien que “domine al menos dos de esas tres carpetas”. Ve, además, “preferible que no venga del sector político, porque otra de sus funciones es hacer un buen análisis sobre la economía española para aconsejar al Gobierno”.

El más reconocido teórico de la unión monetaria, el profesor Paul de Grauwe, de la London School of Economics, especifica a EL PAIS otros requisitos: “He abandonado mi vieja idea de que un gobernador debe ser un especialista en economía y política monetaria”, escribe. “Claro que debe tener conocimientos, pero debe ser sobre todo un líder público y un buen comunicador. Sobre todo, esto último”, plantea. Debe, además, “exhibir habilidades políticas, porque pese a la independencia política, es inevitable que los políticos intenten influir en las decisiones de política monetaria; esa capacidad puede desviar las presiones”.

Frente al argumentario mayoritario de la academia, algunas ópticas políticas defienden la conveniencia de un pasado gubernamental. Así, fuentes del Gobierno actual subrayan que “en el Consejo de Gobierno del BCE se sientan ahora siete gobernadores que han sido ministros, y Austria acaba de anunciar el relevo de su representante también en favor de un ministro actual”. Eso consagraría un “nuevo patrón”, sostienen. A saber, “haber tenido que gestionar políticamente crisis desde un Gobierno, curte mucho”, eso sí, conceden, “siempre a condición de que los candidatos “tengan experiencia financiera o en el mundo de la banca central”. También apelan a que los estándares fijados por el Banco Internacional de Pagos, de Basilea, “solo recomiendan evitar que el mandato de los gobernadores sea renovable, porque así se impide que el actual pueda trabajarse desde una posición de mando la reelección”.

¿Y que espera el BCE? “Pablo [Hernánez de Cos] ha sido un colega fantástico: todos le echaremos de menos, yo la primera”, manifiesta la presidenta, Christine Lagarde. “Espero que el Gobierno de España nombre a una persona que contribuya de una manera similar”, (Expansión, 11 de junio).

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