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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La misión política de Trapero

El nuevo jefe de los Mossos debe garantizar un periodo de estabilidad que agentes y mandos necesitan

Trapero (a la derecha), junto al comisario Sallent, el pasado día 14 durante la visita de Illa al complejo central de los Mossos.
Trapero (a la derecha), junto al comisario Sallent, el pasado día 14 durante la visita de Illa al complejo central de los Mossos.Quique Garcia (EFE)
El País

El Gobierno catalán ha confiado al veterano policía Josep Lluís Trapero la misión de devolver el sosiego y la tranquilidad a los Mossos d’Esquadra, inmersos en crisis sucesivas motivadas por los vaivenes del procés y por la inestabilidad política en Cataluña. El operativo fallido del pasado día 8, cuando Carles Puigdemont se esfumó en las narices de más de 600 policías, en pleno centro de Barcelona y después de dar un mitin, obligaba al Ejecutivo de Salvador Illa a acometer cambios profundos e inmediatos. Como ya anunció el dirigente socialista en la campaña electoral, el elegido ha sido Trapero, quien despierta filias y fobias dentro del cuerpo, pero al que no se le puede negar una amplísima experiencia y una defensa cerrada de la policía catalana y de su labor como garante de la seguridad pública, una de las prioridades que se ha fijado el nuevo Govern.

El major de los Mossos regresa a la primera fila de la seguridad en Cataluña. Esta vez no como jefe policial (ya lo fue en dos ocasiones), sino como jefe político. Cambiar el uniforme por el traje y la corbata plantea interrogantes legítimos sobre cómo va a gestionar su relación con los mandos operativos. Su llegada ha supuesto la destitución del comisario Eduard Sallent, con quien mantenía un duro enfrentamiento. Le sustituirá Miquel Esquius, de plena confianza de Trapero, que deberá, sin embargo, respetar la independencia de la nueva cúpula policial, algo que reclamó para sí mismo cuando estuvo en esa posición.

Trapero fue el hombre que supo transmitir calma a la ciudadanía durante los atentados terroristas del 17 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils. Tras el referéndum de octubre, fue destituido (y luego, juzgado y absuelto) por la supuesta pasividad de los Mossos, que, a diferencia de la Policía y la Guardia Civil, evitaron golpear a los ciudadanos para impedir las votaciones. Su primer mandato (2013-2017) fue el último en que el cuerpo autonómico gozó de una jefatura estable. Desde entonces, el Departamento de Interior ha cambiado de jefe policial hasta en ocho ocasiones, por más que varios nombres (incluidos los de Trapero, Sallent o Esquius) se hayan repetido a lo largo del tiempo.

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Además de diseñar los planes del Ejecutivo socialista para reducir el número de delitos, el nuevo director general deberá garantizar un periodo de estabilidad que los suyos, agentes y mandos, anhelan. Es significativo que el primer acto de Illa como president fuese una visita al complejo central de la policía, Egara, donde prometió alejar a los Mossos de la “confrontación política” y les mostró su apoyo incondicional pocos días después del fracaso en la detención de Puigdemont. Ídolo caído del independentismo, defensor del cuerpo como pocos, Trapero es la clave de bóveda en la estrategia del Govern para reforzar el principio de autoridad de la policía, revertir una curva de delincuencia que preocupa y recuperar cierta sensación de orden también dentro de los Mossos.

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