_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La banalidad del odio

Es un negocio de alta rentabilidad para aumentar el número de seguidores en redes, pero pocos tienen los recursos y la perfidia de Elon Musk

Varias personas se enfrentan a la policía en una protesta de grupos ultraderechistas tras el asesinato en Southport de tres niñas, el pasado 5 de agosto en Sunderland.
Varias personas se enfrentan a la policía en una protesta de grupos ultraderechistas tras el asesinato en Southport de tres niñas, el pasado 5 de agosto en Sunderland.Drik (Drik/Getty Images)
Jordi Amat

El odio es un buen negocio, su difusión es barata, sus beneficios inmediatos. No es necesario que haya perversidad. Son muy pocos quienes tienen los recursos y la perfidia de Elon Musk. La mayoría de las veces es mucho más banal. El odio al otro, que es un placebo contra el miedo a la incertidumbre, es una inversión asegurada y de alta rentabilidad para aumentar el número de seguidores en las redes y, a más seguidores, mayor capacidad para viralizar y, así, con la mecánica actual de Twitter, más pasta.

Este parece ser el modelo de negocio del desarrollador Farhan Asif, de 32 años, al que detuvieron esta semana en Lahore, la segunda ciudad del Pakistán. La orden la dio el ala de delitos cibernéticos de la Agencia Federal de Investigación, que, entre otros motivos, lo acusa de ciberterrorismo. Leo la información en el periódico The Express Tribune. En su casa le incautaron dos ordenadores portátiles y un teléfono móvil. Los investigadores pudieron evidenciar que esos dispositivos estaban vinculados a Channel3 Now, un medio que se presentaba como estadounidense.

El 29 de julio, en un pueblo del noroeste de Inglaterra, un hombre armado con un cuchillo atacó a los asistentes a un taller que bailaban canciones de Taylor Swift. Murieron tres niñas, ocho personas resultaron heridas. En las redes se dijo que el asesino era un inmigrante musulmán o un inmigrante ilegal. Era un rumor, no una noticia, pero los retuits ya se contaban por miles y en especial cuando influencers de extrema derecha (los Alvises de la vida están bien repartidos) dieron credibilidad al bulo. A las 4 y 49 minutos de la tarde, en esos canales, se identificó al asesino: un tal Ali al Shakati que en 2023 había llegado ilegalmente al Reino Unido en barco. No importaba que las autoridades lo desmintiesen o que en la localidad nadie respondiera a ese nombre. La desinformación, que ese mismo día ya llegó a plataformas sépticas españolas como 8TV, se aceleró cuando antes de las seis de la tarde Channel3 Now difundió ese nombre.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El 31 de julio Sky News describió cómo había sido el proceso de desinformación, una dinámica ensayada aquí tras la tragedia vivida en Mocejón. El 8 de agosto Marianna Spring —periodista de la BBC dedicada a redes y desinformación— publicó otro artículo espléndido. Es la diferencia entre bulos y periodismo. El canal no estaba vinculado a la contrainteligencia rusa. “Parece ser una operación comercial que intenta agregar noticias sobre el crimen mientras gana dinero en las redes sociales”. Localizó un presunto jugador de hockey amateur de Nueva Escocia que trabajaba en aquel canal. Después, a través de sus amigos en Facebook, llegó a Farhan Asif. Le escribió y la bloqueó en Instagram, pero luego la periodista recibió un mensaje por correo electrónico firmado por un tal Kevin afirmando que Channel3 Now tenía la sede en Houston. Le dijo que la difusión de la falsa identidad de Ali al Shakati, por la que se disculpaba, no era atribuible al equipo de Pakistán y que era exagerado que la información suministrada por el canal fuese el activador de los disturbios racistas.

La noche del crimen empezaron los disturbios racistas en el Reino Unido. Más de 1.000 detenidos. La web de Channel3 Now desapareció, también sus cuentas en Youtube o Facebook, pero su rastro sigue en X. El rastro del negocio. Porque el odio consiguió lo que pretendía: una ola de clics. Es rentable para cuentas con enfoque comercial como la de Farhan Asif. Y así consiguió también lo que parece buscar su propietario, como explicó Marta Peirano con la mirada puesta en las presidenciales de Estados Unidos: Elon Musk, comentando imágenes de violencia callejera en las calles inglesas, sentenció que la guerra civil era inevitable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_