Policía zurda
Cuando la agenda política podría estar copada por temas de izquierdas, los socialistas enfatizan, paradójicamente, el asunto central de la derecha: la seguridad


Si a una asistente al concierto de rock de 1984 donde el alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván gritó “el que no esté colocado que se coloque” le dicen que 40 años después, en una España de valores astronómicamente más modernos, otro edil socialista de una gran ciudad (Jaume Collboni en Barcelona) emprenderá una campaña contra las “rutas de borrachera” y las tiendas cannábicas, se le cae el cubata al suelo.
Si a un participante en las protestas de Jeremy Corbyn contra las regresivas políticas tories le comentan que, una década después, será elegido un primer ministro laborista (Keir Starmer) con el lema “recuperemos nuestras calles” (y promesas de luchar contra el comportamiento antisocial), se le cae el café latte al suelo.
Si a una votante del PSC le cuentan hace un año que su líder afirmará que “la seguridad es un valor de izquierdas”, o que la medida más concreta que se debatirá en la campaña será el número de policías (y de unidades especiales contra la multirreincidencia y la okupación) que los partidos proponen, o que el primer acto oficial del president Salvador Illa será en la sede de los Mossos, se le cae el vermut al suelo.
Cuando la agenda política podría estar copada por temas de izquierdas (poder adquisitivo menguante, servicios públicos decrecientes, viviendas desorbitadas y pobreza infantil persistente), los socialistas —como mínimo, los que ganan elecciones ahora— enfatizan, paradójicamente, el asunto central de la derecha: la seguridad. Los críticos dirán que es la rendición temida: la izquierda, descolocada por el amarillismo mediático, le compra el discurso del desorden social a la extrema derecha. Los halagadores replicarán que es la redención esperada: la izquierda, ensimismada demasiado tiempo en las guerras culturales, atiende por fin las demandas de los residentes de los barrios humildes.
Ambos tienen parte de razón. Hay manipulación, pero hay algo que manipular. Objetivamente, España es uno de los países más seguros del mundo, por encima de nuestros países de referencia (Francia, Reino Unido o Italia) en las usuales tablas de comparación. Y las tasas de criminalidad se han ido reduciendo a lo largo del tiempo para la mayoría de los delitos. Pero el incremento de la cibercriminalidad, que directa o indirectamente experimentamos casi todos, y de los crímenes sexuales, que hace que 7 de cada 10 catalanas teman andar solas de noche (según una encuesta del CEO), generan una lógica espiral de preocupación. Y tan peligroso es exagerarlo como convertirlo un tabú.
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