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TRIBUNA
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Lo que la izquierda europea puede aprender de la financiación de campañas en Estados Unidos

Las cuotas de afiliados no son suficientes: potenciar las pequeñas donaciones con herramientas digitales podría dar la munición necesaria para movilizar a los ciudadanos a apoyar causas positivas

Varios voluntarios preparan en Phoenix (Arizona) carteles para la campaña de Kamala Harris.
Varios voluntarios preparan en Phoenix (Arizona) carteles para la campaña de Kamala Harris.Elizabeth Frantz (REUTERS)

Tengo en mi memoria la fotografía de una sonriente sufragista inglesa recogiendo fondos con una hucha. Aún hoy, los sindicatos mantienen sus cajas de resistencia. Pero las cuotas de afiliados, signo de identificación y compromiso, tienen los límites del número de inscritos. No puede depender todo de la financiación del Estado ni de los llamados grandes donantes. Debemos crear huchas digitales que permitan participar a los ciudadanos sencillos, a la gente humilde y especialmente a los jóvenes.

La financiación de las campañas electorales depende hoy y cada vez más de pequeñas donaciones de gente corriente, desde aportaciones ocasionales, equivalentes al precio de un café, hasta donaciones periódicas para contribuir a objetivos políticos o causas sociales más generales.

Este cambio, desencadenado por el auge de las redes sociales y otras herramientas digitales, está aumentando la participación cívica en campañas políticas. Y además, tiene la ventaja añadida de proporcionar a los donantes un feedback sobre las iniciativas que se espera que impulsen. El donante ya no es un sujeto anónimo que deposita en una hucha su aportación a la causa; la tecnología permite su identificación y el diálogo.

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En Europa queda mucho por hacer en el aprovechamiento de la participación masiva de donantes como herramienta de campaña, y más si la comparamos con la recaudación de fondos de los grupos políticos en Estados Unidos. Para hacerse una idea de la diferencia, entre 2018 y 2021, las pequeñas donaciones a las agrupaciones de partidos europeos constituyeron menos del 1% de las contribuciones totales. Desglosadas por grupos, estas representan tan solo el 11% de los ingresos totales de las finanzas del Movimiento Político Cristiano Europeo, el 2% de Renew Europe y el 1% para cada uno de los grupos de Alianza Libre Europea, el Partido Verde Europeo e Identidad y Democracia, respectivamente.

Sin embargo, hay que reconocer que sí se han dado algunos casos de éxito aislados. En Italia, por ejemplo, el otrora ascendente Movimiento 5 Estrellas dejó atrás a sus rivales políticos y reunió casi un millón de euros en financiación comunitaria durante su campaña hacia la presidencia en 2018. Y en 2017, en el Reino Unido, el movimiento Momentum, que pretendía devolver al Partido Laborista a sus raíces en la izquierda política, debió su éxito en gran parte a una eficaz campaña puerta a puerta con la que duplicó el número de afiliados en solo 12 meses.

Sin embargo, al otro lado del Atlántico, las pequeñas aportaciones son ya una de las características centrales de la política estadounidense, tras una sistemática tendencia al alza durante tres décadas. Hoy, constituyen una parte significativa de las finanzas de los partidos: representan, respectivamente, el 40% y el 31% del total de los fondos de campaña de los candidatos presidenciales Kamala Harris y Donald Trump.

Podría decirse que en Estados Unidos hubo un gran salto en la adopción de este método de financiación en 2012, cuando Barack Obama recaudó 23.000 donaciones de pequeñas cantidades en las primeras 24 horas de su campaña para la reelección.

Esta tendencia se disparó cuatro años después con la campaña puerta a puerta de Bernie Sanders. El senador de Vermont recaudó 1,5 millones de dólares (1,39 millones de euros) en microdonaciones el primer día de su campaña y acabó recibiendo al final del año nada menos que 73 millones de dólares (67,7 millones de euros) de pequeños donantes. En 2020, las donaciones de menos de 200 dólares fueron la principal fuente de ingresos de todos los candidatos presidenciales.

La entrada de Kamala Harris en la carrera presidencial este mes ha llevado esta tendencia a su zénit, creando un estruendo en la política estadounidense con una explosión de pequeñas donaciones que ha impulsado un aumento sin precedentes de la recaudación de fondos en su campaña. Tras anunciar su candidatura, Harris recibió en tan solo 24 horas la inédita cifra de 81 millones de dólares, donada por 880.000 simpatizantes, de los cuales 528.000 eran donantes por primera vez. La campaña Biden-Harris, en conjunto, recaudó 310 millones de dólares solo en julio. De esta cantidad, dos tercios proceden de donantes primerizos y el 94% de las donaciones eran inferiores a los 200 dólares, elevando la cifra total recaudada por ambos candidatos demócratas a más de 1.000 millones de dólares. Nunca antes se había alcanzado esta cifra en tan poco tiempo.

La entrada de Harris en la contienda presidencial ha puesto de manifiesto una realidad fundamental, de la que los progresistas europeos deberíamos tomar nota: las organizaciones y sus afiliados, instrumentos imprescindibles para la organización de las luchas, ya no son suficientes.

La tecnología permite hoy incorporar dos nuevos actores fundamentales: los voluntarios y los donantes, figuras ambas complementarias. La cantera del compromiso cívico es más profunda de lo que muchos sugieren, y, por tanto, es hora que los partidos y las causas abran sus puertas más allá de sus militantes e inviten a todo aquel con ganas de contribuir, ya sea con su tiempo, con su voz o con su dinero.

Como dice Patrick Frank, que trabajó en la campaña de Obama de 2012, y que ahora dirige Lunda (una plataforma de recaudación de fondos): “No se trata solo de dinero”. Según él, cuando las campañas piden donaciones “están pidiendo la ayuda del donante... para que influya positivamente en el mundo que le rodea”. Un donante con el que hay que tener la posibilidad de comunicarse directamente y al que hay que hacerle apelaciones claras y contundentes, nota. En esencia, se trata de hacer que la gente participe en una campaña, estén físicamente allí o no.

Un giro hacia la financiación comunitaria podría dar a los partidos progresistas de Europa la munición necesaria para movilizar a los ciudadanos a apoyar causas positivas, impulsadas por la gente, que pueden utilizarse para hacer retroceder la marea del populismo derechista.

El repentino cambio de suerte de los demócratas estadounidenses demuestra que debemos esforzarnos en implicar más a los ciudadanos de nuestras democracias en la toma de decisiones. La energía y las campañas de Harris, y de otros miembros del progresismo estadounidense, evidencian lo que es posible cuando existe una adhesión generalizada a una causa concreta. Y, si de verdad estamos comprometidos a la construcción de movimientos que puedan provocar un cambio positivo aquí en Europa, haríamos bien en observar e integrar algunas de estas prácticas en nuestros modelos de partidos.


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