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La verdad de Israel

El nuevo revés jurídico del tribunal de la ONU al Gobierno de Netanyahu es notable, pero también lo es para Estados Unidos

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visita a las tropas en la ciudad de Rafah, en la Franja de Gaza, este miércoles.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, visita a las tropas en la ciudad de Rafah, en la Franja de Gaza, este miércoles.Avi Ohayon/GPO (via REUTERS)
Lluís Bassets

No es una sentencia, sino un dictamen consultivo sobre las consecuencias de la ocupación por Israel de los territorios palestinos desde 1967. Se trata de la opinión del Tribunal Internacional de Justicia, la máxima autoridad judicial de Naciones Unidas, dictada a requerimiento de la Asamblea General. No es su primera resolución sobre el conflicto entre Israel y Palestina, puesto que hace 20 años declaró contraria a derecho la construcción del muro de separación que rodea los territorios de población palestina y este año ha impuesto medidas cautelares para evitar que pueda cometerse un delito de genocidio durante la actual invasión de Gaza. Aunque eran de obligado cumplimiento, Netanyahu hizo caso omiso y no reconoció su competencia para dirimir las diferencias con Sudáfrica, el país denunciante por incumplimiento de la Convención sobre el Genocidio, al igual que ahora no ha reconocido su competencia para dictaminar sobre el estatus de los territorios ocupados.

Este severo dictamen se suma a la alarma por las órdenes de detención por crímenes de guerra contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Galant, demandadas por el fiscal del Tribunal Penal de Justicia, Karim Khan. Estrictamente no hay novedad. Es una realidad jurídica conocida: los asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este “violan el derecho internacional”. Más graves son las consecuencias: Israel debe poner fin a la ocupación “tan pronto como sea posible”. El tribunal rechaza que sea un conflicto bilateral entre israelíes y palestinos sobre unos territorios disputados, como pretende Israel. Es una tentativa de anexión mediante el uso de la fuerza y una denegación de derechos a los palestinos, que no puede prolongarse indefinidamente, exige reparaciones y compromete a Naciones Unidas y sus países miembros. El revés jurídico para Israel es notable, pero también para Estados Unidos, que ha reconocido la anexión de Jerusalén y del Golán. Indirectamente afecta a la salida de la guerra de Gaza, una cuestión en la que no ha entrado el tribunal, pues advierte de la ilegalidad de una ocupación permanente y de cualquier anexión que intente el Gobierno de Netanyahu.

Frente a la verdad jurídica, Netanyahu tiene su propia verdad: “El pueblo judío no es el ocupante de su propio país, incluyendo nuestra eterna capital Jerusalén y nuestra patria histórica en Judea y Samaria. Ninguna opinión absurda en La Haya puede negar esta verdad histórica o el derecho de los israelíes a vivir en sus propias comunidades en nuestra patria ancestral”. Putin comparte ideas similares sobre Ucrania, al igual que muchos grupos islamistas las comparten respecto a la España musulmana. No hay transacción entre el esencialismo de las naciones eternas como Israel y las naciones políticas sustentadas en el derecho. Palestina e Israel podrán existir y convivir en paz en el mundo del derecho, pero seguirán en una guerra eterna en la selva de las naciones ancestrales.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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