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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

De republicanos a trumpistas

La consagración de Donald Trump como candidato y líder supremo supone un giro histórico para los conservadores estadounidenses

El candidato republicano Donald J. Trump, junto a su esposa Melania, y su compañero de candidatura, JD Vance, junto a su mujer Usha, este jueves en Milwaukee, Wisconsin.
El candidato republicano Donald J. Trump, junto a su esposa Melania, y su compañero de candidatura, JD Vance, junto a su mujer Usha, este jueves en Milwaukee, Wisconsin.JUSTIN LANE (EFE)
El País

Poco queda del conservadurismo liberal e internacionalista que ha caracterizado al Partido Republicano en los últimos 70 años después de la Convención Nacional que esta semana consagró a Donald Trump como candidato a la presidencia de Estados Unidos y entregó el partido a su familia y al movimiento del magnate bajo las siglas MAGA (Make America Great Again). Después de asegurar que Dios está de su lado como superviviente del execrable atentado del sábado, Trump acompañó su discurso con un relato sobre su milagrosa salvación en el que explicó cómo, tras agacharse ensangrentado, se reincorporó puño en alto entre los agentes que lo protegían, en un gesto de combativa resurrección.

El entusiasmo de los delegados reunidos en Milwaukee, muchos con un apósito pegado a la oreja en homenaje al líder, responde a un culto a la personalidad lleno de connotaciones religiosas. El político más divisivo de la reciente historia de EE UU, el mayor difusor de bulos contra sus rivales, reo ya de 34 delitos y, por supuesto, incapaz de condenar la violencia cuando la ejercen sus partidarios —en el asalto al Capitolio del 6 enero de 2021 o contra pacíficas manifestaciones antirracistas—, se permitió escenificar una ceremonia de reconciliación nacional. Dicha apelación resultó vacía porque en nada rima con su programa, con el nombramiento como candidato a vicepresidente del ultra J. D. Vance o con la brutal atribución del magnicidio frustrado de hace una semana a quienes denuncian sus propósitos autoritarios.

La opción por Vance responde a una estrategia electoral concreta: captar los votos del llamado cinturón del óxido, la región de los Grandes Lagos y el Medio Oeste en la que viven los obreros blancos que sufrieron la reconversión industrial y el cierre de empresas provocados por la globalización. Cinco Estados de voto indeciso responden a estas características, lo que da un atractivo adicional a la candidatura de Vance, autor de un libro autobiográfico —convertido en película por Netflix— sobre su historia de superación como niño nacido en unas de las ciudades depauperadas de Ohio.

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Pero su inclusión en el tándem electoral es también una apuesta por la nueva generación del trumpismo, más sofisticada y articulada en sus principios proteccionistas, nacionalistas y hostiles a la inmigración, al multilateralismo y al sistema de alianzas surgido de la Segunda Guerra Mundial. Trump ha conseguido borrar las reticencias con las que fue recibido en las convenciones de 2016 y 2020 hasta convertir al Partido Republicano a su credo, un programa apoyado por el dinero de las grandes fortunas pero dirigido a captar, con un discurso emocional y nostálgico, a las clases medias blancas, cristianas y trabajadores que se sienten amenazadas por una sociedad abierta en un mundo multipolar. Está por ver la influencia en la derecha internacional —que siempre vio a los republicanos como una referencia— de una ideología radical y populista que se aleja de la racionalidad liberal hasta el punto de considerar la democracia como un sistema ineficaz y elitista al que hay que salvar de sí misma.

A partir de una visión apocalíptica de la administración demócrata, Donald Trump da por ganadas las elecciones de noviembre, último obstáculo para sus objetivos: cerrar la frontera a la inmigración, imponer altos aranceles y terminar rápido y a cualquier precio las guerras en Ucrania y en Gaza. Queda mucha campaña y el resultado está lejos de definirse, pero una moral de victoria tan alta por parte de Trump es motivo de preocupación para todos, dado que se trata de un candidato que jamás ha reconocido el triunfo de electoral de un adversario y que intentó retorcer el resultado de los últimos comicios presidenciales.

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