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Columna
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Desear la ultraderecha

Hay sectores en la izquierda y en el feminismo que llaman fascista a cualquier voz que no esté de acuerdo con ellos

La filósofa Judith Butler en una imagen de archivo durante una visita a Barcelona el 15 de octubre de 2018.
La filósofa Judith Butler en una imagen de archivo durante una visita a Barcelona el 15 de octubre de 2018.Paco Freire/Getty Images (LightRocket via Getty Images)
Najat El Hachmi

Participé en un debate en el que se me acusó de ser de extrema derecha por afirmar que los inmigrantes no piden reconocimientos simbólicos sino derechos sociales. Yo tampoco me lo podía creer y menos viniendo de un sujeto que ni había pisado una fábrica en su vida ni había conocido a ningún miembro del “proletariado” que decía representar. Fue cuando me di cuenta de que hay un sector en la izquierda que asimila al fascismo cualquier voz que no esté de acuerdo con ellos y no por defender sus ideas sino por puro egoísmo arribista. Este es el talón de Aquiles de la izquierda postmoderna, su narcisismo individualista y su nula conciencia colectiva.

También en los debates feministas se han venido produciendo estas actitudes excluyentes y miserables. Judith Butler, en las entrevistas que está dando para promocionar su nuevo libro, no tiene reparos en asimilar el feminismo con el que ella no está de acuerdo con la extrema derecha. ¿En serio? ¿De verdad que alguien puede comprarle la moto? ¿Alguien con dos dedos de frente, perspectiva histórica y conocimiento del movimiento por la igualdad puede creer que el feminismo contrario a la existencia de almas sexuadas pertenece al mismo neofascismo que deroga leyes contra la violencia machista o niega la misoginia? ¿Qué pruebas tiene Butler de que el feminismo es de extrema derecha? Como intelectual y pensadora deberíamos exigirle que aporte datos sobre estas graves acusaciones. Si ha encontrado a feministas afiliadas a la formaciones ultras o que simpaticen con ellas, que lo demuestre.

Sin pruebas ni datos las afirmaciones de la filósofa (que ha pasado en 30 años de pedirnos que deconstruyamos el género a defenderlo como “realidad vivida en el propio cuerpo”) no son más que difamaciones de una enorme bajeza intelectual y ética, puras teorías de la conspiración sin fundamento alguno. Si todo es, según estos sagaces pensadores de la izquierda, extrema derecha, más espacio les quedará a ellos defendiendo la superioridad moral del progresismo que se afanan en patrimonializar. La estrategia no puede ser más estúpida dada la amenaza real que se nos viene encima. Expulsar a la derecha a toda voz disidente es contribuir a la polarización y achicar las filas de la izquierda. Pero a estos personajes les da absolutamente igual mientras sean ellos quienes se erijan en figuras estelares. Por eso se diría que desean, más que nadie, que crezca la extrema derecha.

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