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Columna
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Trump, contra la integridad electoral

No sabemos si el expresidente ganará las elecciones, aunque algunas encuestas le dan dos puntos de ventaja. Pero sabemos qué clase de jornada será

Donald Trump, el sábado en un acto del movimiento político conservador Turning Point en Detroit (Míchigan).
Donald Trump, el sábado en un acto del movimiento político conservador Turning Point en Detroit (Míchigan).Rebecca Cook (REUTERS)
Marta Peirano

No sabemos si Trump ganará las elecciones el próximo noviembre, aunque algunas encuestas le dan dos puntos de ventaja. Pero sabemos qué clase de jornada será. En octubre de 2020, su plan empezaba por declarar la victoria antes de saber el resultado electoral. “Trump va a entrar en el Despacho Oval a tuitear: ‘Soy el ganador. Se acabó el juego. Chúpense esa’”, decía Steve Bannon el día antes de las elecciones en una grabación filtrada a Mother Jones. Iban a inventar un fraude aprovechando el previsible retraso de los votos por correo para impugnar la derrota electoral.

Para conseguirlo, Trump litigó con los Estados y acosó a funcionarios, gobernadores y secretarios de Estado para parar el recuento de votos por correo. Presionó al Congreso y al vicepresidente Mike Pence para que rechazaran la victoria de Biden. Bannon auguró que sus declaraciones generarían violencia, y que mucha gente haría cosas “locas” para restaurarlo en el poder. Y así fue.

“Francamente, hemos ganado estas elecciones”, dijo Trump en la conferencia de prensa. Pidió a sus seguidores que lucharan “como el demonio” para impedir el relevo electoral, y miles de personas asaltaron el Capitolio. Pero muchos le fallaron. Hubo gente como el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, que se negó a “encontrar” suficientes votos para revertir el resultado. Jueces que desestimaron las demandas, pese a haber sido nominados por Trump. Senadores republicanos que votaron para certificar la victoria de Biden, incluido el vicepresidente. Hubo agentes, oficiales y funcionarios que trabajaron para garantizar el traspaso de poder.

Hasta Fox News declaró la victoria de Biden. Twitter, Facebook e Instagram le suspendieron las cuentas por incitar a la violencia y al desorden civil. Ahora, Trump llega a noviembre con la firme intención de corregir esos “errores”. Por ejemplo, ha reconfigurado la junta electoral estatal, el poder ejecutivo, el legislativo y los ecosistemas legales de Georgia. Y está despejando obstáculos como el Election Integrity Partnership.

El gran proyecto pionero, diseñado en 2020 para prevenir o mitigar cualquier intento de intervenir las elecciones o invalidar sus resultados en tiempo real, ha sido desmantelado. Estaba liderado por Alex Stamos, jefe de seguridad de Facebook durante las elecciones de 2016 y director del Observatorio de Internet de Stanford, junto con otras tres organizaciones líderes en la lucha contra la desinformación: el Centro para un Público Informado de la Universidad de Washington, Graphika y el Laboratorio de Investigación Forense Digital del Atlantic Council. Una campaña de acoso y demandas, citaciones y solicitudes de documentos ha agotado los recursos legales, económicos y mentales de las instituciones académicas. Stamos dejó el proyecto, seguido de su mano derecha, Renee Diresta. La página anuncia que “no trabajará en las elecciones de 2024 ni en elecciones futuras”, y Stanford dice que el Observatorio ya no trabajará en integridad electoral.

El subcomité sobre la politización del Gobierno federal, del republicano Jim Jordan, los acusa de bloquear el discurso conservador. America First Legal, dirigida por el exasesor de Trump Stephen Miller, los demanda por conspirar con el Gobierno en una operación de vigilancia masiva contra la población. Mientras tanto, Meta ha despedido a su equipo de integridad electoral, Twitter se radicaliza y OpenAI ha nombrado jefe de seguridad al director de la NSA de Trump.

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