EE UU: Las protestas, la represión y el sesgo
No se había visto semejante pulso entre los estudiantes y las autoridades académicas desde hace casi seis décadas
Para entender por dónde va el debate político en Estados Unidos, y dónde hace aguas, hay que mirar a los campus universitarios. No se había visto semejante pulso entre los estudiantes y las autoridades académicas desde hace casi seis décadas. En 1968 la rabia se dirigía contra la guerra de Vietnam; hoy, desde Nueva York a Los Ángeles, los jóvenes denuncian la masacre del ejército israelí en Gaza. Además del alto el fuego, piden a sus universidades que se desvinculen de empresas e individuos relacionados con los ataques que perpetra Israel y que readmitan a sus compañeros expulsados. Sus protestas están siendo esencialmente pacíficas, pero en algunos centros como Columbia y la Universidad de Texas la policía las ha reprimido con dureza.
Esta deriva tiene dos ingredientes principales. El primero es el dinero: las universidades americanas dependen de donantes que les inyectan miles de millones de dólares al año. Algunos han amenazado con retirar los fondos si siguen las acampadas. El segundo es el sesgo de las élites de Washington a favor del gobierno de Netanyahu. No solo los republicanos exigen mano dura; algunos congresistas demócratas le habían pedido al consejo de Columbia que desmantelara el “campamento no autorizado e inadmisible de activistas antisraelíes y antijudíos”.
Ese sesgo hace que muchos políticos, incluido el presidente Biden, abracen una premisa falsa: que las protestas son antisemitas, cuando también hay participantes judíos. Hace unos días, tres de ellos escribieron una carta en el diario The Hill. Se titulaba: “Somos estudiantes judíos en Columbia arrestados por protestar contra la guerra de Israel”. En vez de preparar con ilusión su graduación, estos chavales andan buscando asesoramiento legal por si las detenciones lastran su futuro laboral. Se sienten herederos de una tradición progresista israelí y contaban que algunos estudiantes israelíes, sin saber que ellos también hablan hebreo, les habían llamado “animales” al pasar por su lado (en referencia a cuando el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, llamó “animales humanos” a los palestinos de Gaza).
Nos hemos acostumbrado a hablar de polarización, pero esto es otra cosa. Las propias instituciones están violando libertades constitucionales cuando permiten cargas policiales contra manifestaciones pacíficas, cesan a cargos públicos por motivos políticos y cancelan actos como el discurso de graduación de la mejor estudiante de la Universidad del Sur de California, una musulmana que ha apoyado públicamente a los palestinos. A seis meses de las elecciones, los universitarios le están sacando los colores a la democracia americana, que en la práctica no garantiza esa libertad de expresión que sobre el papel dice promover.
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