El columnismo
Me atrevo a pedir que los políticos se conviertan en escritores en este próximo ciclo electoral
Escribir es una vocación y un ejercicio que enseña a no decir lo primero que se te ocurre, a buscar las palabras que no traicionan la propia verdad y a comprender lo que merece ser callado. La soledad y el compromiso social acaban abrazándose en la escritura, porque es inseparable el respeto a uno mismo del respeto que se merece en lector. Y no se trata del miedo a las reacciones que puedan producirse con lo publicado, comentarios que hablen del bien, el mal, lo regular y lo que tiene que ver con el estado de ánimo de cualquiera en carne, hueso y digital. Tomarse en serio la escritura significa que el futuro lector se sienta ya en la mesa de trabajo y forma parte de las decisiones. Repito: respetarse a uno mismo en la comunicación significa respetar a los demás.
Por eso me atrevo a pedir que los políticos se conviertan en escritores en este próximo ciclo electoral. Entiéndame ustedes, no pido que un político que no sea poeta escriba poemas, o que escriba novelas sin ser novelista. Tampoco quiero abordar aquí los matices y conflictos que puede desatar la palabra teatro, imprescindible en las buenas y malas representaciones públicas. Soy más modesto, me conformo con que los candidatos escriban columnas en los periódicos, defendiendo sus programas y sus ideas.
Las ventajas pueden ser muchas. En primer lugar, el ahorro de dinero. Si escriben ellos mismos en los periódicos, se ahorrarán todo lo que invierten en locutores y cronistas subvencionados con dinero público para que repitan las consignas de turno. Y en segundo lugar, porque se sentarán a pensar lo que debe decirse. La escritura se niega a que las palabras se vayan de la lengua, se suban al carro de las prisas, se traicionen a la hora de elegir los asuntos y las formas. Cuando uno se habla con sinceridad a sí mismo, está en condiciones de sostener a los demás, de sentirse parte de una comunidad que merece la pena ser cuidada.
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