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Columna
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El columnismo

Me atrevo a pedir que los políticos se conviertan en escritores en este próximo ciclo electoral

Un hombre leyendo un periódico en un parque de Madrid.
Un hombre leyendo un periódico en un parque de Madrid.Olmo Calvo

Escribir es una vocación y un ejercicio que enseña a no decir lo primero que se te ocurre, a buscar las palabras que no traicionan la propia verdad y a comprender lo que merece ser callado. La soledad y el compromiso social acaban abrazándose en la escritura, porque es inseparable el respeto a uno mismo del respeto que se merece en lector. Y no se trata del miedo a las reacciones que puedan producirse con lo publicado, comentarios que hablen del bien, el mal, lo regular y lo que tiene que ver con el estado de ánimo de cualquiera en carne, hueso y digital. Tomarse en serio la escritura significa que el futuro lector se sienta ya en la mesa de trabajo y forma parte de las decisiones. Repito: respetarse a uno mismo en la comunicación significa respetar a los demás.

Por eso me atrevo a pedir que los políticos se conviertan en escritores en este próximo ciclo electoral. Entiéndame ustedes, no pido que un político que no sea poeta escriba poemas, o que escriba novelas sin ser novelista. Tampoco quiero abordar aquí los matices y conflictos que puede desatar la palabra teatro, imprescindible en las buenas y malas representaciones públicas. Soy más modesto, me conformo con que los candidatos escriban columnas en los periódicos, defendiendo sus programas y sus ideas.

Las ventajas pueden ser muchas. En primer lugar, el ahorro de dinero. Si escriben ellos mismos en los periódicos, se ahorrarán todo lo que invierten en locutores y cronistas subvencionados con dinero público para que repitan las consignas de turno. Y en segundo lugar, porque se sentarán a pensar lo que debe decirse. La escritura se niega a que las palabras se vayan de la lengua, se suban al carro de las prisas, se traicionen a la hora de elegir los asuntos y las formas. Cuando uno se habla con sinceridad a sí mismo, está en condiciones de sostener a los demás, de sentirse parte de una comunidad que merece la pena ser cuidada.

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