29 de febrero
Llegado el aniversario de mis 14 años bisiestos, me debato entre la urgencia de comerme el mundo y el bajonazo de saber que le di la vuelta al jamón hace tiempo
Con el de hoy, si llego, porque escribo estas líneas ayer y nadie ha vivido mañana, llevo 14 días 29 de febrero vagando por este valle de risas y lágrimas. Un momento como otro cualquiera para hacer balance de daños. De mis dos o tres primeros años bisiestos, los de la más tierna infancia, solo recuerdo lo bueno porque, aunque seguro que también hubo malo, tenía dos pararrayos llamados papá y mamá para evitármelo. De los dos o tres últimos, los del cenit de la edad madura, tiendo, sin embargo, a retener lo malo, quizá porque, aunque también ha habido muchos ratos muy buenos, he tenido que atravesar los peores a pelo. De los de en medio —esa montaña rusa de ilusiones y desengaños, amores y rupturas, éxtasis y calvarios que llamamos vida—, tengo que hacer esfuerzos para rescatar del maremágnum otros fogonazos imperecederos, además de los del nacimiento de mis hijas y la muerte de mis padres. Así de rápido pasa el cuento cuando lo estás viviendo.
Así que, llegado el aniversario de mis primeros 14 años bisiestos, me debato, a días y a ratos, en el día, entre la urgencia por comerme el mundo y el bajonazo de saber que le di la vuelta al jamón hace tiempo. Debe de ser esa inconsciente consciencia de estar en primera línea de tanatorio que nos embarga a tantos coetáneos. Porque seamos realistas sin ser cenizos. Con su poquito de potra, mi historial genético y las estadísticas de esperanza de vida en la mano, me pueden quedar ¿cuántos cuatrienios?: ¿cinco? ¿seis? ¿diez, Dios no lo quiera? No adelantemos acontecimientos. Vayamos día a día, como Rambo. Mientras otros tienen programado y pagado hasta su entierro, yo sigo pagando el gimnasio sin ir porque el lunes empiezo sin falta, continúo sin abrir el buzón por si hay una orden de ingreso inmediato en prisión sin fianza y vivo con los cuadros por colgar apoyados en el suelo desde la última mudanza, hace un cuarto de siglo. Hasta el próximo 29 de febrero. Igual entonces he progresado en el empeño de aprender a vivir por mí misma y no dejar que la vida me viva. Ilusa.
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