La política del sí, pero no tanto
En las elecciones gallegas han vuelto a difuminarse los proyectos y valores que los partidos proponen a los votantes
El PP obtuvo su quinta mayoría absoluta en Galicia, el Bloque avanzó con determinación, los socialistas fracasaron de manera rotunda. Ahora ya las elecciones empiezan a quedar lejos y, poco a poco, Galicia se difuminará tras el bullicio de las urgencias más inmediatas. Lo que resulta de esos días de batalla electoral es la impresión de que los partidos o los movimientos o las confluencias procuran ser y no ser al mismo tiempo para contentar al mayor número de votantes. No conviene explicar demasiado nuestro proyecto, parecen decirse, no insistamos en las ideas ni en los principios, no vayan a salir todos corriendo. Así que lo que al final hay es un baile amable al hilo de un relato difuso sobre lo que se pretende y, por supuesto, la descalificación del adversario. Esto es frecuente desde hace ya tiempo siguiendo la lógica perversa de los bloques: es decir, existen unos adversarios que son menos adversarios que los verdaderos adversarios y, por tanto, no habría que disgustarlos ni contrariarlos. A los otros, en cambio, a los malos, ni agua.
Los análisis de lo ocurrido suelen sostenerse en conceptos un tanto gastados que quizá ya no signifiquen nada. A los socialistas se les puede reprochar, por ejemplo, que no hayan sabido explicar qué plan es el que tienen para una autonomía como Galicia, y que eso haya sido lo que los ha penalizado. Durante años hablaron de federalismo, defendieron ese modelo para el conjunto del país, pero de un día para otro salió de su programa. Sí, pero no tanto. No es que manifestaran que hubieran dejado de ser federalistas (posiblemente lo sigan siendo, aunque quizá un poco menos: quién sabe), es que miran de reojo a sus posibles socios y entonces lo ocultan por si acaso. No vaya a ser.
El BNG también ha hecho algo parecido, pero en otro sentido. No es el momento de ser demasiado nacionalistas, se han dicho en el partido. Sí, pero no tanto. Conviene lucir corazón de izquierdas, así que es mejor que vayan por delante las reivindicaciones sociales. A los suyos más recalcitrantes los van a tener contentos con el avance conseguido, lograron más diputados. ¿Han dejado de ser independentistas? En su carta de derechos políticos sostienen que su proyecto es construir un Estado soberano, democrático, laico y republicano. Ese gran sueño de la República de Galicia. ¿Han renunciado a luchar por él? Quién sabe, igual lo harán de tapadillo o lo han pospuesto para más adelante. No vaya a ser.
A los populares se los suele percibir como una masa más compacta, donde no caben los giros de guion (y haberlos, haylos, y de todo tipo). Así que resultó sorprendente que, a mitad de campaña, una fuente de la dirección contara a varios periodistas que, mientras buscaban apoyos a la investidura de Feijóo, hablaron con las fuerzas soberanistas catalanas, estudiaron la amnistía y consideraron posible un indulto condicionado para Puigdemont, y sugirió que posiblemente este no sea responsable de ningún delito de terrorismo. Sí, pero no tanto. Enseguida estalló el pelotón para clamar que aquello era un invento de sus enemigos: no hay nada de esa reconciliación con Cataluña, aunque igual un poco. No vaya a ser.
Las grandes ideas se derriten, los propósitos mayúsculos se descomponen, se licuan las viejas formas, los principios se desvanecen en el aire. Es lo que dicen los sabios de esta época que vivimos. Así que los políticos van de una cosa a otra; digan lo que digan, ya saben que amainará. Y el resto, pues eso, que seguimos pasmados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.