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Columna
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El dilema gallego: rigor o complacencia

El grueso de los economistas aconseja determinación en la comunidad autónoma para salvar la brecha de competitividad, respecto a Europa y a las otras regiones

Ganaderos y agricultores gallegos durante una propuesta en A Coruña el 15 de febrero.
Ganaderos y agricultores gallegos durante una propuesta en A Coruña el 15 de febrero.Cabalar (EFE)
Xavier Vidal-Folch

El próximo Gobierno de Alfonso Rueda se enfrenta a un decisivo dilema económico. O rigor para doblegar los déficits estructurales, o complacencia inercial en evolucionar peor que el conjunto de España, como estos últimos 14 años.

El grueso de los economistas gallegos aconseja determinación para salvar la brecha de competitividad, respecto a Europa y a las otras regiones españolas, como indicábamos el viernes en La herencia económica de Feijóo y Rueda. Reclama compensar “deficiencias competitivas” básicas: brecha en las TIC, accesibilidad de las infraestructuras de transporte, calidad del mercado laboral, innovación en negocios avanzados, sintetiza el profesor Albino Prada, de la Universidad de Vigo (Galicia, diagnóstico, debilidades y estrategias competitivas, Papeles de Economía Española, 2019).

Y es que “en Galicia no estamos bien colocados”, indica Fernando Pérez González, ingeniero y profesor de la misma universidad (Economía Digital, 21/12/2021): la región ocupaba en innovación la posición 159 de 240 regiones europeas, detrás del Norte de Portugal.

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Destaca al cabo el dinamismo de la industria privada: del automóvil, con Stellantis, paraguas de 130 empresas de componentes y servicios, y del textil, con la gran cabecera Inditex. Puntales poco acompañados de grandes éxitos en el sector público.

Alguno se consuela porque en el parámetro clave de la creación de empleo Galicia no sea la última comunidad autónoma, sino solo la penúltima. Es el caso de Juan Ramón Rallo, ultraconservador admirador de Javier Milei, uno de los pocos que se atreve a entrar en la discusión (“¿Se ha comportado la economía gallega peor que la española desde 2009?”, El Confidencial, 17 de febrero)

Pero con escasa fortuna, pues no compara ese baremo con el español —que destroza el estándar gallego—, sino con la comunidad colista, Asturias, tributaria de una incomparable crisis de modelo productivo tras el desplome de la minería y la siderurgia.

Rallo también minimiza el declive demográfico gallego (frente a la explosión española en igual período) cuando le interesa, y lo oculta al destacar que el PIB per cápita regional aumenta: lógico, pues a igual tarta, mejor porción para menos comensales. Pero eso es irrelevante: porque el alza del PIB global gallego es, ¡como al cabo reconoce!, inferior al español de esos años; y no tropieza con ningún análisis de desigualdad que enfatice su mejor calidad redistributiva.

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