La facilidad de influir en los más jóvenes
Los lectores escriben sobre el impacto en los adolescentes de los tutoriales de belleza en las redes sociales, el edadismo, el cariño que dan los abuelos, y sobre la cualidad de la enseñanza
Quienes se dedican a las redes sociales tienen un gran impacto, sobre todo en los más jóvenes, que aún no tienen criterio propio ni suficiente conciencia de las cosas que ven. Una de las tendencias más virales en las redes son los “get ready with me”, que consisten en mostrar tu rutina de cuidado de la piel, cómo te maquillas y la ropa que vas a llevar ese día, enseñando todos los productos que utilizas. Esto ha provocado que los más jóvenes quieran realizar tratamientos que no están destinados a personas de tan temprana edad. Como el retinol, que es una forma de vitamina A que puede provocar daños en sus rostros. Estos chicos no tienen la madurez suficiente para darse cuenta de que estos productos son perjudiciales. Lo único que quieren es parecerse a los famosos que siguen y encajar en una sociedad en la que la belleza está sobrevalorada. Los padres deberían responsabilizarse con los contenidos que consumen sus hijos y saber decir no a los caprichos que no corresponden a su edad.
Javier Valero Gamayo. Albatera (Valencia)
Sin trabajo
Quisiera denunciar el gran drama que padecemos aquellos que estamos sin trabajo y que rebasamos los 55 años de edad. El edadismo nos tiene aparcados, pues somos demasiado jóvenes para jubilarnos pero pareciera que demasiado viejos para trabajar. Ni se nos da la oportunidad de tener una entrevista para conocernos: ven la edad y nos descartan automáticamente. Y todavía hay que aguantar a alguno por ahí que se proclama militante de quitarnos la ayuda familiar. Yo no quisiera cobrarla, pero ¿cómo haremos si nadie está dispuesto a darnos un trabajo? El problema es muy grave y se irá acrecentando con el tiempo para desgracia de todos.
Fermín Gonzalo Cariñanos. Logroño
El más cálido de los afectos
Recuerdo con nostalgia las visitas de mi abuelo napolitano Beniamino durante mi niñez; solía coger un vuelo al mes a Barcelona para vernos. Aunque chapurreaba dos palabras de español, se las apañaba para llevarme al colegio. Incrustados en mi retina se mantienen los cálidos colores de los veranos que pasábamos en la localidad de San Foca en Puglia. Mi abuelo solía pasar los días haciendo crucigramas y leyendo los restos que dejaba mi abuela Patrizia de los múltiples periódicos que devoraba. Mientras la vida lo permita, tenemos que apretar las manos arrugadas que nos ofrecen nuestros abuelos, es el más cálido de todos los afectos.
Pablo Leonardo Signore. Alicante
Enseñar y educar
Yo te educo, pero en la escuela no te forman y como madre no sé cómo asumir esto. A vueltas con los proyectos, la gamificación de los contenidos y la pobreza de los textos que nuestros menores leen en las aulas me asalta el temor y la duda respecto a qué les estamos enseñando. La respuesta que me doy a mí misma es que nada de lo que vayamos a enseñar en casa tiene un reflejo válido en la formación que actualmente nuestros hijos reciben en la escuela. Pero eso no es lo que me nubla la comprensión: para mí lo realmente preocupante es que después de PISA seguimos peor porque lo sabemos, nos lo han mostrado y aquí estamos aprendiendo a hacer malabares en el colegio.
Victoria Rodríguez. Granollers (Barcelona)
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