_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Segunda mano

El amigo imaginario es invisible y te puedes comunicar con él por telepatía, de manera que suele pasar inadvertido. Yo tuve uno del que mi familia no llegó a saber nada

Un nuño juega a la pelota.
Un nuño juega a la pelota.Stephen Simpson (Getty)
Juan José Millás

Al hijo de un conocido mío le obligan prácticamente a creer en los Reyes Magos, en el Ratoncito Pérez y hasta en Dios, pero le tienen prohibido el amigo imaginario. Menos mal que el amigo imaginario es invisible y te puedes comunicar con él por telepatía, de manera que suele pasar inadvertido. Yo tuve uno del que mi familia no llegó a saber nada. Quizá sospechaban de su existencia, quizá, pero no la pudieron demostrar porque soy el rey del disimulo. Se suicidó el pobre cuando teníamos 15 años porque le parecía, y con razón, que lo nuestro no era vida.

—Tendrías que haberte buscado un amigo real mejor que yo —le dije antes de que se arrojara a las vías del metro.

Cuando empecé a escribir, quise contar su historia, pero me faltó talento. Tomé no obstante algunas notas que deben de andar por algún sitio. Imaginé que los amigos imaginarios vivían en una especie de limbo donde no hacía ni frío ni calor y donde había un jefe (siempre hay un jefe) que decidía su destino:

—Tú serás el amigo imaginario de Adolfo Rodríguez de la Vega y tú el de Marisa de la Fuente Ibáñez.

Son dos ejemplos, claro. El caso es que el amigo invisible no te tocaba al azar, sino que había un orden superior (siempre hay un orden superior) que decidía a quién unir con quién. Como yo nací en una sociedad dividida en clases, pensé que los amigos invisibles de los ricos no podían ser los mismos que los de los pobres. Trato de imaginarme, no sé, al amigo invisible, si lo tuvo, del rey Felipe VI y lo veo mejor vestido que el que me tocó a mí, que iba hecho un desastre. Por cierto, que el mío, antes de serme asignado, había sido el amigo invisible de otro niño que murió de ictericia. Y es que abundan también los amigos invisibles de segunda mano. Si eres de los que heredaban la ropa de sus hermanos mayores, sabrás de lo que hablo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_