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COLUMNA
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Es difícil respirar sin corazón

Hay tres asuntos mundanos con los que el dinero se las he tenido que ver históricamente: el aspecto físico, el tiempo y la muerte

Jeremy Strong, Succession
Jeremy Strong, el actor que interpreta a Kendall Roy, en un momento del último capítulo de 'Succession'.
Manuel Jabois

Durante la muerte de Logan Roy, el patriarca de Succession, en un vuelo, esos minutos inagotables que suceden durante un masaje cardíaco, su hijo Ken Roy deja una interpretación sublime, a mi juicio sus mejores momentos en la serie (y tiene bastantes, pero uno de ellos no es la sobreactuación de su shock final en un parquecito a punto de colgarse o dar de comer a las palomas). Sucede porque es rico de una forma ilimitada, su familia lo es, pero su padre ha sufrido un infarto en un avión, ni más ni menos, y los Roy deben afrontar la última y más auténtica batalla que el dinero puede emprender: la batalla contra la naturaleza. ¿Puede morir un magnate como Logan Roy sin más, como mueren los hombres todos los días, de un infarto? ¿No se puede parar eso? Ken moviliza un ejército para impedirlo, pretende inmiscuirse en el vuelo (“pásame al piloto”), tener en pista un hospital de campaña, que los mejores médicos del mundo despeguen y a la altura del avión del padre salten como Tom Cruise y se cuelen en el jet con corazones de repuesto. La escena da ternura y miedo: el dinero contra la muerte, que juega en casa, el cielo. Hasta Roman, el hijo menor, pretende cambiar el curso de la biología, y pregunta atónito: “¿Se puede respirar sin corazón?”

Hay tres asuntos mundanos con los que el dinero se las he tenido que ver históricamente: el aspecto físico (el dinero compraba comodidades, pero no belleza: ahora ya la compra, si bien queda la asignatura pendiente de la estatura), el tiempo (el dinero aspira a detenerlo, pero muchas de las veces que ha conseguido frenarlo ha sido irónicamente, véase Mickey Rourke o esa gente que no puede sonreír a cambio de parecer cuatro años más joven: gente seria enfrascada en una pelea contra la vejez, por tanto se acabó la diversión) y la muerte (el dinero invierte en el negocio de la resurrección, pero hasta Dios invirtió todas sus acciones durante tres días y sólo consiguió 40 más de vida para su chico). Sin embargo, la desorbitada cantidad de millones le hace a uno acreedor de un poder de tal magnitud que, cuando el padre Roy ya viaja en un avión con el corazón parado, el hijo se engancha a un teléfono móvil para resucitarlo él mismo si es necesario. Les han educado, y han comprobado, que se puede comprar todo, también las vidas de las personas que tienen delante. Pero no su propia vida.

Un magnate llamado Bryan Johnson, de 45 años, decidió invertir su fortuna en tener “el cerebro, el corazón, los pulmones, el hígado, los riñones, los tendones, los dientes, la piel, el pelo, la vejiga, el pene y el recto de un joven de 18 años”. Para él mismo, se entiende, no es que quiera un escort. Invierte en ciencia, no en cualquier cosa, y desde luego que hay avances. Pero miren: el estilo de vida, la alimentación y los sacrificios que debe hacer para parecer joven son tan grandes que uno se pregunta: ¿para qué quieres vivir más si no tienes vida? Hace muchos años a un amigo que se estaba quedando calvo le recetaron propecia. En un 15% de los casos da problemas de erección. Mi colega fue el 14,99%. Durante meses mantuvo buen pelo, pero no follaba. El dinero nunca ofrece victorias gratis, pero esta era especialmente cruel. Uno de nosotros un día rompió la baraja: “Y ese pelito tan mono que quieres conservar a toda costa, ¿es para gustarle a tu mamá?”.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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