Izquierdas
Ahora, en España, los manejos fétidos y contradicciones flagrantes de los partidos gobernantes han logrado que las personas decentes y con estudios suelan abominar de ellos


En su momento hubo gran debate sobre si el cristianismo auténtico era el de Francisco de Asís o el del inquisidor Torquemada. También se discutió si la verdadera izquierda la representa Stalin o mejor Olof Palme. Polémicas a veces virulentas que han llevado a bastantes, entre los que me cuento, al escepticismo y a buscar al esquivo Dios o a la aún más esquiva justicia social fuera de jaulas doctrinales. El escepticismo previene del fanatismo pero no de la perplejidad o del malestar de la conciencia, que también incomodan, por lo que debemos respetar a quienes rebuscan en las dudosas ideologías en pos de terreno firme para edificar sus casas. Ahora, en España, los manejos fétidos y contradicciones flagrantes de la izquierda gobernante han logrado que las personas decentes y con estudios suelan abominar de ella. Muchos, sencillamente, aceptan cualquier asiento en la derecha como resguardo político, pero otros no se conforman y aspiran a una izquierda, pero una izquierda bien… por difícil que parezca.
Guillermo del Valle es un joven (envidiables 30 y pocos años) abogado laboralista, promotor del grupo político El Jacobino, que defiende un socialismo igualitario y laico, opuesto a la tómbola de privilegios de los nacionalismos identitarios. Acaba de publicar La izquierda traicionada (ed. Península), un libro claro y directo en el que expone sus principios, que se parecen mucho a lo que se ha llamado siempre socialismo hasta que llegaron el posmoderno Sánchez y el bolivariano Iglesias. Una obra con muchas de cuyas ideas es difícil no simpatizar, no por izquierdismo recalcitrante sino por sentido común. Se puede complementar con Teorías cínicas (Pluckrose y Lindsay, Ed. Alianza), donde se repasan las deplorables modas sobre raza, género e identidad que han sustituido las metas progresistas clásicas. Claro que si se contentan con Bolaños y Yolanda Díaz no lean nada. Total…
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