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Ministros de continuidad

El perfil del Gobierno designado por Sánchez mantiene lo esencial de la agenda que le ha permitido llegar vivo hasta aquí: la economía y el orden

Los nuevos integrantes del Gobierno de Pedro Sánchez.
Los nuevos integrantes del Gobierno de Pedro Sánchez.EFE
Juan Rodríguez Teruel

El enconado debate público sobre los pactos de gobierno pueden haber distraído a muchos observadores de algo obvio: el principal reto de Pedro Sánchez en los próximos tiempos no será aprobar una amnistía para el independentismo de Cataluña, sino encabezar un Gobierno que despliegue una acción de políticas coherente, que no decepcione demasiado al electorado, y que afronte con la mayor eficacia posible el papel que España desempeña en la Unión Europea y en un contexto internacional más que inestable. Todo ello en un mapa local y autonómico gobernado mayoritariamente por PP y Vox, y sin margen de maniobra fuera de la mayoría parlamentaria que le ha dado la confianza. Por eso siempre es tan decisiva la formación de equipos gobernantes.

Como nos recuerda Maquiavelo, la selección de los ministros nos dice mucho sobre la prudencia del príncipe, porque puede ser su primer error. En este punto, Sánchez sigue sin generar sorpresas. Tras empezar en 2018 con un “gobierno bonito” que le provocó muchos problemas, ha preferido seguir gobernando con el mismo núcleo de ministros que empezó con él hace cinco años, un tercio del actual Gabinete, la misma proporción que sus predecesores a estas alturas.

De hecho, nada cambia respecto a la remodelación de julio de 2021, con un perfil poco burocrático, con un bajo nivel de funcionarios (un 48%, solo por encima del primer equipo de Aznar), con menos licenciados en Derecho (53%) que etapas de gobierno anteriores (solo equiparable a Zapatero), y con el Consejo de Ministros más joven desde 2008, con casi 53 años.

Sánchez sigue confiando en ministros que combinan expertise en las primeras carteras asignadas (un 70%) y mucha experiencia política previa: uno de cada cuatro miembros del nuevo equipo ha pasado por tres o más niveles de gobierno anteriormente, algo que solo había sucedido con Aznar y el primer Rajoy. Es el Gobierno de izquierdas con más ministros afiliados a los partidos que forman parte del Ejecutivo desde 1993. Para dirigir los ministerios, Sánchez confía más en el PSOE que el último Felipe González o el propio José Luis Rodríguez Zapatero.

Incluso en el origen territorial, los nuevos ministros no modifican en nada al Gabinete saliente: un tercio proviene de Madrid, el mayor porcentaje en gobiernos de izquierda desde 1977, y uno de cada cuatro nacieron en Cataluña o la Comunidad Valenciana. En cambio, la débil presencia de las provincias del sur, como ya sucedía en el anterior Gabinete, refleja el preocupante desarraigo electoral en Andalucía, que Sánchez no sabe detener.

En suma, se mantiene lo esencial de la agenda que ha permitido a Sánchez llegar vivo hasta aquí: la economía y el orden, que están precisamente en manos de políticos más seniors, no afiliados al partido en su mayoría y cuya cadena de mando está más allá del PSOE; aquellos que precisamente pueden ayudarle aún a retener algo del decreciente apoyo electoral de aquellos votantes de centro que cada vez miran al presidente con mayor aversión. Parece que Sánchez fía el éxito de su inicio de mandato a ese núcleo duro, y solo espera que el resto del Ejecutivo no le cree más problemas de los que no supieron evitar algunos de los salientes.

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