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Columna
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El silencio de Díaz Ayuso y la cárcel de Sánchez

Ante el mensaje vengativo de parte de los manifestantes, la líder del PP Isabel Díaz Ayuso opta por no defender la democracia, sino por alentar el grito que pide el encarcelamiento del presidente del Gobierno

Isabel Díaz Ayuso, en la manifestación del domingo en la Puerta del Sol de Madrid.
Isabel Díaz Ayuso, en la manifestación del domingo en la Puerta del Sol de Madrid.Claudio Álvarez
Jordi Amat

No era la primera vez que la presidenta de la Comunidad de Madrid interrumpía su discurso. Es una estrategia óptima para caldear el ambiente. Escuchas cómo poco a poco se va extendiendo el griterío, decides si quieres que se imponga esa consigna, dejas de hablar, mides cada segundo, todo va muy rápido, pero tienes tiempo para pensar, sigues en silencio y así consigues que la proclama resuene aún con más fuerza. Ejemplo práctico un domingo a mediodía en la Puerta del Sol. Isabel Díaz Ayuso —la líder pop y populista del nacionalismo conservador español— proseguía con su discurso sobre la agonía nacional. Estableció una dialéctica sobre la situación de libertad política que se vive entre Cataluña y el País Vasco y el resto de España. Dijo que ellos no se rendirían. Ocurrió justo en ese instante. Captó el mensaje airado, rabioso y vengativo de la ciudadanía que en masa se transforma en algo distinto. Y entonces dejó de hablar. Ella no lo diría, pero estaba animando a que lo gritasen enfurecidas los miles de personas congregadas. “Pedro Sánchez, a prisión”.

Al instante, desde casa, pensé en Josep Borrell. Fue fácil rescatar el momento. Se conserva en la web de Televisión Española —el medio de comunicación que ayer fue estigmatizado con el mismo grito que se escuchaba durante el procés: “prensa española, manipuladora”—. Borrell y su discurso del 8 de octubre de 2017 en Barcelona casi al final de la manifestación constitucionalista. No estuve allí, pero recordaba un detalle de su intervención. Habían hablado todos los ponentes con un discurso repetido y confrontativo. Borrell, por el contrario, habló como un demócrata europeo que reclamaba con firmeza que los derechos cívicos de todos los catalanes y de sus representantes fueran respetados. Alertó de las consecuencias dramáticas que podía tener que el presidente Puigdemont declarase unilateralmente la independencia. Y después de pronunciar su nombre, empezó a escucharse un grito obsesivo, punitivo, nefasto, que ayer se repitió en todas las convocatorias organizadas por el PP: “Puigdemont, a prisión”.

Aquel 8 de octubre, a diferencia de lo que este domingo hizo Díaz Ayuso, Borrell escuchó. Levantó una mano del atril y con el dedo empezó a decir que no. Hubiese sido fácil animar al odio. Pero primero dijo no con el dedo y después lo dijo diversas veces. Cuatro o cinco. “No chilléis como las turbas del circo romano. A la prisión solo va quien dice el juez”. Y continuó, con énfasis, con lo siguiente: “Os pido por favor que extrememos el respeto”. Esa frase la repitió. Porque en ese momento un político de verdad sabe que se juega su credibilidad no como líder de un movimiento, sino como ejemplo de conducta democrática. Díaz Ayuso, que había acusado a Sánchez de pisotear la separación de poderes, optó por no defender la democracia, sino por alentar el grito que pide el encarcelamiento del presidente del Gobierno por un proyecto de ley que aún no se ha registrado en el Congreso.

Alberto Núñez Feijóo, en lugar de impugnar esa deriva antidemocrática, cuestionó la legitimidad del Gobierno que pueda formarse en los próximos días con el argumento que el Partido Popular fue la lista más votada el 23 de julio. Así no se refuerza nuestra institucionalidad. Se resquebraja. Estamos en un momento crítico. Extrememos todos el respeto.

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.

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