Un sínodo para el cambio
El Papa prepara la renovación de la Iglesia incluyendo en sus debates a mujeres y laicos
Discretamente, el papa Francisco ha emprendido en el último sínodo de obispos convocado en Roma una revolución interna que puede marcar un antes y un después en la Iglesia católica. Los trabajos preparatorios comenzaron en 2021, y la ambición de cambio se ha expresado ya en la primera asamblea general, recién clausurada, en la que por primera vez han participado mujeres con derecho a voto.
Se trata de un sínodo abierto también a los laicos en el que se está discutiendo el acceso de las mujeres al diaconado —una posición previa al sacerdocio que permite administrar la eucaristía y celebrar bautismos y matrimonios— y cuestiones tan relevantes como la vigencia del celibato de los sacerdotes en determinadas circunstancias, la aceptación de las parejas homosexuales, la eutanasia o la admisión de los divorciados que se han vuelto a casar.
El Papa ha preparado minuciosamente esta trascendental reunión para proyectar su visión de la Iglesia más allá de su pontificado. En esta primera asamblea han podido decidir 365 personas, de las que cerca del 75% son obispos. Por primera vez, han votado 70 laicos y 54 mujeres. Dado el alcance de los asuntos debatidos y la fuerte oposición que suscitan en la parte más tradicional de la Iglesia, no ha sorprendido que el documento inicial aprobado tras casi un mes de diálogo no sea muy explícito en sus propuestas de transformación, pero todas han recibido un apoyo mayoritario, lo que permite abrir el debate. El documento se difundirá ahora entre las diferentes diócesis, donde se discutirá durante un año para converger en la asamblea general final, prevista para octubre de 2024. Lo que finalmente se acuerde al término del sínodo no será vinculante, pero el Pontífice podrá elevarlo a norma de obligado cumplimiento para toda la Iglesia.
En los últimos años, el papa Francisco ha nombrado a numerosos obispos y cardenales, lo que le ha permitido cambiar la correlación de fuerzas en el seno de la Iglesia, pero afronta aún importantes resistencias. La jerarquía católica se divide en dos grandes corrientes: la progresista, encabezada por la Iglesia alemana, partidaria de levantar el celibato y permitir que las mujeres accedan al sacerdocio, y la conservadora, capitaneada por la Iglesia estadounidense, que se opone a cualquier renovación. El Papa trata de conducir la reforma con suavidad para evitar la ruptura, pero se ha ocupado de reforzar las posiciones abiertas al cambio con su política de nombramientos, particularmente en el colegio cardenalicio, el órgano que habrá de decidir en su día al próximo pontífice. De los 137 cardenales con derecho a voto, 99 han sido nombrados por Francisco. De ellos dependerá que las reformas que promueve perduren cuando él ya no esté. Con esas medidas y la convocatoria de este sínodo especial, el Papa ha querido sentar las bases de una transformación de la Iglesia que la ponga en sintonía con los profundos cambios sociales producidos en los últimos años.
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