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El papa Francisco apuesta, moderadamente, por las mujeres

El Pontífice ha nombrado a una decena de féminas en altos cargos pero estas siguen apartadas de la cima del poder en el Vaticano

Mujeres en la Iglesia
El papa Francisco saluda a un grupo de monjas en una audiencia en el Vaticano el pasado 15 de enero.franco origlia
Daniel Verdú

La arquitectura interior del Vaticano aporta algunas pistas de sus costumbres y organización política. Muchos departamentos de la curia vaticana, como la poderosa Secretaría de Estado, apenas tenían baños de mujer hasta hace relativamente poco. La situación se ha transformado en los últimos tiempos. Pero las empleadas de algunas áreas tienen todavía que recorrer varios pasillos para encontrar algún servicio que se ha ido improvisando o construyendo con el cambio de era. Un síntoma de lo que ha sucedido dentro de los muros leoninos, donde la presencia de la mujer ha aumentado en la última década en alrededor de un 6% en la Ciudad del Vaticano y casi se ha doblado en los dicasterios, según datos de la Santa Sede.

Jorge Mario Bergoglio se fijó en 2013 aumentar el número de mujeres en la Iglesia, especialmente en puestos relevantes que marcasen la dirección que tomará la institución en los próximos años. Los cambios no han sido enormes pero se asienta la idea de una cierta normalidad. “No es bueno hacerlo muy rápido. Todavía hay reticencias y los cambios en la Iglesia han de ser suaves. Aquí se mide en siglos, no en años”, señala una persona que despacha con el Papa.

El último nombramiento ha sido el de la monja Raffaella Petrini como número dos de la Ciudad del Vaticano, la mujer de mayor rango en el Estado más pequeño del mundo. Su función será de carácter organizativo y de gestión. Tendrá a un superior masculino. Pero supone otro escalón en las reformas del Papa en esta área que se suma a la designación de Charlotte Kreuter-Kirchhof, nueva número dos del Consejo de Economía hace solo 20 días.

El primer gran nombramiento femenino que hizo Francisco fue el de la nueva directora de los Museos Vaticanos. Barbara Jatta se convirtió en diciembre de 2016 en la primera mujer en ocupar ese puesto, sustituyendo al carismático Antonio Paolucci. La institución que dirige es fundamental para la difusión de la cultura. Pero es también la principal fuente de ingresos de unas finanzas en números rojos. Jatta era hasta ese momento la única mujer que iba a las reuniones de la Curia. Y hoy sigue siendo la única que no tiene por encima a un hombre.

Francisco había designado, también pocos meses antes, a la corresponsal de la Cope Paloma García Ovejero como vicedirectora de la oficina de prensa del Vaticano. Dimitió un año y medio después junto al entonces director, Greg Burke, por desavenencias en la manera de gestionar la comunicación. El Papa también contempló después de aquello nombrar como responsable de los dicasterios de Economía y Comunicación a una mujer, pero finalmente no cuajó por distintos motivos. Sí se materializó, en cambio, la llegada de la monja salesiana Alessandra Smerilli como número dos del Servicio del Desarrollo Humano Integral que, entre otros, promueve proyectos a favor de los refugiados. O el de la italiana Francesca Di Giovanni como subsecretaria de la Sección para las Relaciones con los Estados, lo que supone el mayor cargo ocupado por una mujer en la sala de mandos de la Santa Sede. En la misma línea, en agosto de 2020, el Papa argentino fichó a las abogadas españolas, Concha Osacar y Eva Castillo, a las británicas Ruth Mary Kelly y Leslie Jane Ferrar, y a la germana Marija Kolak como integrantes del Consejo para la Economía de la Santa Sede.

El Vaticano debía marcar una dirección clara para las conferencias episcopales. También en la prevención de abusos sexuales y de poder sobre las religiosas, una de las peores y más silenciosas lacras de la Iglesia. Pero su implantación sigue siendo irregular en cada país. Lucetta Scaraffia, exdirectora del suplemento femenino de L’Osservatore Romano Mujeres, Iglesia, Mundo mira hacia Francia para celebrar las “pocas” aperturas que considera de calado. “Los últimos nombramientos son buenos, pero corren el riesgo de terminar siendo solo de fachada. Las mujeres están muy esparcidas y son pocas en un ambiente clerical masculino. Diría que faltan reformas más sustanciales, como la que ha hecho Francia para los seminarios”.

Scaraffia se refiere a una iniciativa que obligará a todos los seminarios a contar con presencia femenina a la hora de evaluar la idoneidad de los candidatos a entrar en la institución. También para dar la aprobación definitiva en su ingreso en el sacerdocio. Una idea lanzada ya por el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos. “Para un cura o un seminarista, la mujer representa el peligro. En realidad, el verdadero peligro son los hombres que no tienen una relación equilibrada con las mujeres. Ese es el peligro del sacerdocio y lo que debemos cambiar radicalmente”, señaló en una entrevista.

Los avances en otros países, como Alemania, también se producen a mayor velocidad. La Iglesia germánica, de hecho, comenzó un sínodo el año pasado para estudiar la posible expansión de los límites de la Iglesia en cuestiones como la homosexualidad y el celibato. También la posibilidad de ordenar a mujeres. El Papa aceptó entonces que se estudiase el papel femenino en los primeros años del cristianismo mediante una comisión para determinar si podrían llegar a ser diaconisas. Un grado inferior al sacerdocio. Esa es la frontera.

Uno de los cambios más importantes llegó el pasado febrero, cuando el Papa eligió por primera vez a una mujer como subsecretaria del Sínodo de los Obispos: la religiosa francesa Nathalie Becquart. Se trata de una asamblea de obispos de las distintas regiones del mundo que asesora al Pontífice y debate sobre cuestiones doctrinales y pastorales específicas. La religiosa, nacida en Fontainebleau (Francia) en 1969 y que ya era consultora de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos desde 2019, es la primera mujer con derecho a voto. Pero el sector femenino pide que se extienda ese derecho a cada una de esas asambleas específicas.

La española Cristina Inogés, precisamente, fue la encargada de abrir el último sínodo en el Vaticano dedicado a la sinodalidad (a cómo tomar decisiones de forma más colegiada en la Iglesia) a comienzos de octubre. La teóloga cree que “los cambios recientes marcan una línea en la que no habrá vuelta atrás”. “Se asientan muchas mujeres en puestos claves. El nombramiento de Petrini rompe otro techo de cristal, pero la presencia de la mujer es más real y sustancial desde que Francisco llegó. Queda mucho por hacer y el gran reto son los encargos pastorales, ahí está la batalla. Eso supondría la reestructuración de muchos puestos de la Iglesia, que es de lo que iba este sínodo. Un replanteamiento de las propias diócesis. Y eso son ya retos de largo plazo”. Tocará, entonces, hacer reformas en los interiores de la Santa Sede.


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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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