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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Papa pide perdón

Francisco reconoce en Lisboa el gravísimo daño causado por quienes aprovecharon su poder dentro la Iglesia para abusar sexualmente de menores a los que debían cuidar y formar

El Papa, este sábado en Fátima (Portugal), en una imagen distribuida por el Vaticano. Foto: Reuters | Vídeo: EPV
El País

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El Papa ha aprovechado su visita a Lisboa para reunirse con 13 personas que sufrieron abusos sexuales cuando eran menores en instituciones y centros de la Iglesia portuguesa. Francisco escuchó sus relatos y les pidió perdón. Pedir perdón no devuelve las infancias destrozadas a las víctimas, pero no pedirlo las condena a vivir en el desamparo permanente de sentirse ignoradas. El gesto del Pontífice es importante: reconoce el gravísimo daño causado por quienes aprovecharon su poder dentro la Iglesia para abusar de menores a los que debían cuidar y formar. Ese reconocimiento es una de las reivindicaciones de las víctimas.

Admitir la gravedad de los hechos y el dolor causado como inicio de la reparación es el camino que ha seguido el Papa desde que llegó al Vaticano, pese a las resistencias internas de algunos sectores que preferirían seguir con los horrores bajo las alfombras. Una de las jerarquías más reacias a este ejercicio de transparencia ha sido la española, donde al menos 74 obispos y superiores encubrieron abusos, según la investigación de EL PAÍS, que de momento es la única base de datos existente sobre la pederastia en España, con más de mil acusados y 2.152 víctimas.

La Conferencia Episcopal Portuguesa siguió más rápido que la española la senda trazada por el Pontífice, aunque también había discrepancias en su seno. Creó una comisión independiente para investigar lo ocurrido en Portugal entre 1950 y 2022. El informe presentado este año calcula que al menos 4.815 menores sufrieron abusos, aunque se trata de una estimación a la baja, apenas la punta del iceberg de un fenómeno que atraviesa toda la estructura católica en muchos países. Los “escándalos”, como los describió el Papa esta semana en Lisboa, han fomentado el alejamiento y la desconfianza hacia la religión católica. Además, las estrategias de ocultamiento agrandaron la crisis de reputación de la Iglesia.

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En Francia e Irlanda la reparación incluye indemnizaciones, un camino que Portugal ha rehusado imitar como práctica generalizada. Sin compensación económica, hay voces que acusan a la Iglesia de pedir perdón solo para blanquear su imagen. Es evidente que, para salir de esta crisis, la Iglesia necesita una profunda reforma interna que desmonte una escuela de poder basada durante siglos en obediencias ciegas, exigencias antinaturales como el celibato de los curas o la marginación de las mujeres del sacerdocio.

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