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Columna
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Evitar dos escaladas a la vez

Solo faltaría ahora que Xi Jinping aprovechara la oportunidad de las dos guerras en marcha para atacar a Taiwán

El presidente de EE UU, Joe Biden, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el gabinete de guerra israelí, durante su visita a Israel, en Tel Aviv, Israel, el pasado 18 de octubre.
El presidente de EE UU, Joe Biden, se reúne con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el gabinete de guerra israelí, durante su visita a Israel, en Tel Aviv, Israel, el pasado 18 de octubre.EVELYN HOCKSTEIN (REUTERS)
Lluís Bassets

Desde el final de la Guerra Fría, Estados Unidos ha pretendido tener todo a punto para librar y ganar dos guerras a la vez en territorios distantes. De pronto, con Joe Biden ha aparecido una nueva necesidad, sin doctrina militar que la acompañe, y es que la primera superpotencia debe evitar a la vez que las dos guerras devastadoras actualmente en marcha se conviertan en conflictos desbordados en los que incluso el uso del arma nuclear pueda llegar a estar en juego.

El veterano político que es Joe Biden se ha revelado hasta un manitas en este ejercicio tan comprometido, en el que hay que combinar la solidaridad con los amigos y aliados, incluyendo el suministro de armas y la movilización de soldados, buques y aviones, con la prudencia y la retención para evitar que las contiendas localizadas se descontrolen y desencadenen el peligroso mecanismo que caracteriza a la guerra clásica, como es la escalada o ascenso a los extremos, cuando cada parte va subiendo la apuesta sin importarle el precio en vidas y destrucción.

En los dos casos hay armas nucleares de por medio. Las tiene reconocidas abiertamente y las esgrime Rusia y las tiene también Israel, que se acoge a una deliberada ambigüedad para conseguir el efecto disuasivo de su posesión sin reconocerlo. Ambas guerras, la de Ucrania y la de Gaza, tan distintas en casi todo, tienen en común que la superioridad militar de uno de los contendientes cuenta con un paraguas nuclear que ya no es protector sino ofensivo.

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Ahí radica el peligro extremo de la escalada, que en el caso de Gaza podría implicar a un régimen como el de Irán que, como Hamás y Hezbolá, tiene como principio programático la destrucción de Israel. Se entiende que Israel prefiera que el arma nuclear nunca llegue a estar a disposición de los ayatolas y, para evitarlo, se dedique a obstaculizarlo con asesinatos de científicos, ataques cibernéticos e incluso planes de bombardeo de las instalaciones.

El rompecabezas estratégico es de difícil resolución para Biden. Sin dejar de apoyar a sus aliados, debe evitar sendos conflictos armados de dimensión internacional en las dos regiones, justo cuando Estados Unidos se disponía a centrar todos sus esfuerzos militares, diplomáticos y económicos en atender al expansionismo de China. Solo faltaría ahora que Xi Jinping aprovechara la oportunidad para atacar a Taiwán.

El gradualismo y la discreción son fundamentales para Washington. Se ha comprobado en la paulatina pero siempre positiva respuesta positiva a las demandas de armas por parte de Kiev y en la presión apenas perceptible sobre el Gobierno israelí para conseguir pausas humanitarias y evitar una invasión a gran escala de Gaza. El reto en el largo plazo es conseguir la paz y que sea duradera, pero la tarea actual de Biden se concentra en evitar que las dos guerras escalen y se desborden. De momento, por fortuna, lo está consiguiendo.


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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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