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ELECCIONES PRIMARIAS EN VENEZUELA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

María Corina me quiere gobernar. ¿Le dejará Maduro seguir la corriente?

Persuadir es lo que de ahora en adelante Machado necesita para gobernar a la oposición venezolana, poder enfrentar al chavismo y derrotarlo de manera contundente

María Corina Machado
María Corina Machado en un mitin en Valencia, Venezuela, el pasado 5 de octubre.Ariana Cubillos (AP)

María Corina Machado se ve ganadora. A pesar del aplastante autoritarismo del régimen de Maduro, las encuestas y los vientos políticos están a su favor. En entrevistas y apariciones públicas, donde se muestra asertiva y desafiante, ella ha logrado transmitir la sensación de triunfo. Pero lo principal es que la inmensa mayoría de los venezolanos que quieren un cambio la prefieren como la líder para poner fin a más de una década de gobierno de Nicolás Maduro y 25 años de chavismo.

Esta hipótesis se comenzará a despejar este domingo cuando la candidata de Vente Venezuela se mida en las primarias opositoras que buscan abrir el camino a las elecciones presidenciales de 2024. Encuestas recientes le dan a Machado más de 70% en intención de voto. Sin contar con que tras el retiro de la primaria de Henrique Capriles Radonski, Roberto Enríquez y Freddy Superlano, tres de sus contendores, corre prácticamente sola. No hay que ser videntes para pronosticar que ella obtendrá un triunfo arrollador en un proceso que contará con una participación limitada.

Pero lo que sí resulta difícil es predecir qué sigue. Machado, así como Capriles, se encuentra inhabilitada para optar a cargos de elección popular por una decisión arbitraria del gobierno. El principal obstáculo a vencer será entonces que su candidatura no quede en el plano de la fantasía y el voluntarismo, como otras empresas fallidas de la oposición. ¿Eliminará el gobierno el veto que haría posible unas elecciones libres y justas a cambio del levantamiento de sanciones petroleras a Venezuela por Estados Unidos? ¿Podrá Machado unir tras de sí a una oposición que ella misma ha cuestionado sin cesar, pero sin la cual difícilmente logrará gobernar si hay elecciones en 2024, llega a ser candidata y gana la presidencia? ¿Será capaz de convencer a los presidentes Lula da Silva y Gustavo Petro, firmes aliados de Maduro, de la necesidad de apoyar la última opción democrática que le queda a Venezuela en esta década? Estas preguntas no son ociosas y forman parte de una larga lista de obstáculos en su ruta a la presidencia.

El reto que enfrenta es complejo. Debe convertirse en la líder indiscutible de una oposición dividida y fragmentada, en un ambiente controlado por un régimen represivo e inescrupuloso. Pero, una vez establecido su liderazgo, deberá crear las condiciones de gobernabilidad para sacar a Venezuela del colapso social, económico y humanitario. Todo esto sin fracturar al país aún más.

En días recientes se le ha comparado con los liderazgos aluvionales y radicales de Nayib Bukele, en El Salvador, y Javier Milei, en Argentina, haciéndola ver como una outsider. La comparación no es válida salvo en dos cosas. Como Bukele y Milei –un primo político en línea ideológica directa—, Machado ha creado una marca ferozmente individualista. Y como ellos es una política de derechas que se ufana de su anticomunismo, según lo muestra su adhesión a la llamada Carta de Madrid que fue impulsada por el dirigente de VOX, Santiago Abascal.

Machado lleva más de dos décadas dedicada a la política venezolana a tiempo completo. En ese tiempo, ha sido tanto una combativa crítica del gobierno chavista como una infatigable detractora de los acuerdos de los principales partidos opositores con ese gobierno. Aunque tuvo una faceta institucional como diputada –la más votada de este siglo— y es una de las figuras más conocidas de la oposición, siempre ha bailado en la cuerda floja de la antipolítica.

Su iniciativa más sonada fue un movimiento de protesta callejera en 2014 conocido como La Salida que fue repelida con una campaña de terror y represión por parte del gobierno. Aunque el propósito declarado de esas protestas legítimas era “encontrar una salida pacífica, democrática y constitucional al Gobierno de Nicolás Maduro”, dejaron más de cuarenta muertes, centenares de heridos, casi dos mil detenciones, y sirvieron de preámbulo a las atrocidades que sufrió la ciudadanía durante las protestas de 2017.

Pero también, irónicamente, tuvieron un extraño efecto: cimentar la reputación de María Corina Machado entre una pequeña legión de admiradores como mujer “resteada”. Son ellos los iniciadores de un culto que hoy alinea millones de venezolanos tras una promesa tan sencilla como difícil de alcanzar: llegar “hasta el final”; es decir, desalojar a Maduro de Miraflores y al chavismo del poder para reconstruir la democracia venezolana.

Dentro de esa promesa, sin embargo, caben muchas otras. María Corina Machado ha prometido privatizar la industria petrolera, garantizar condiciones para la inversión privada nacional y extranjera y, al mismo tiempo, unificar al país y llevar ante la justicia a los corruptos y quienes hayan cometido crímenes de lesa humanidad en la era chavista.

El problema es cómo lograr todo esto en un escenario altamente volátil y autoritario. La última vez que, antes del chavismo, se intentó un gobierno reformista fue durante el segundo mandato del presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993). El Gran Viraje, su plan de ajuste para abandonar el rentismo petrolero, era ambicioso, pero carecía de la amplia base política que necesitaba. A la postre, Acción Democrática, su propio partido, le dio la espalda a Pérez y a su equipo de tecnócratas, apalancando sin darse cuenta, a la figura emergente del golpista Hugo Chávez.

La maniobra de Machado no sería menos ambiciosa o neoliberal que la de aquel presidente. Al proponer privatizar el principal recurso económico del país desde hace un siglo, busca nada menos que un “reseteo” de la economía y la política. Esto sería imposible sin antes completar su gran viraje personal de la antipolítica a la política, que la dirigente ha venido adoptando gradualmente.

La politóloga y Marie Sklodowska Curie Fellow de la Universidad de Oxford University, Maryhen Jiménez, lo pone de esta forma: “Machado y su entorno quieren lograr con la primaria desplazar al establecimiento opositor e impulsar un cambio drástico a nivel ideológico para luego derrotar al gobierno autoritario en elecciones presidenciales. Pero ver en solo dos elecciones la oportunidad de una transformación total para llevar a cabo un proyecto liberal pondría en riesgo la posibilidad de construir un movimiento democrático que realce la diversidad de los actores políticos. Lo que ahora necesitaría es una base de alianzas amplia para garantizar la transición y la gobernabilidad en el tiempo”. Y si el pasado es prólogo del porvenir esto significa que “ella sola no va poder de ninguna forma”, resalta Jiménez.

Volviendo a Carlos Andrés Pérez: la gran lección de su fracaso aún no ha sido completamente asimilada por una nueva generación de políticos cuyos principales líderes han sido Henrique Capriles, Leopoldo López y ahora María Corina Machado. Esa lección es inequívoca: en una democracia, un político nunca debe olvidar que “gobernar es persuadir”, aunque luzca descolocado y casi provocador citar a Juan Domingo Perón en este contexto. Ese es el espejo en que debe verse hoy la casi segura vencedora de las primarias opositoras.

El 23 de octubre es el comienzo de una nueva etapa y la resurrección de las esperanzas perdidas para Venezuela. Persuadir es lo que de ahora en adelante Machado necesita para gobernar a la oposición, poder enfrentar a Maduro y derrotarlo de manera contundente. El objetivo final no debe ser instaurar un modelo liberal –los que todavía quedan tienen más agujeros que un colador–, sino reconstruir una democracia y hacer de Venezuela de nuevo un país viable.

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