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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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La niña de la UCI

Uno abre Twitter en el móvil y dan ganas de abrirlo contra el suelo. Se opina de todo en las redes. Pero, a veces, las historias que nadie comparte deberían ser las más compartidas, como la de una menor de Salamanca

Un paciente en el bloque quirúrgico de un hospital de Salamanca.
Un paciente en el bloque quirúrgico de un hospital de Salamanca.SACYL.
Manuel Viejo

Callarse es muy difícil. Uno abre Twitter en el móvil y dan ganas de abrirlo contra el suelo. Todo es un partido de fútbol. Fanáticos a izquierda y a derecha. Comentarios por doquier. Ataques. Insultos. Hay que posicionarse. Ya, inmediatamente. De cualquier cosa. Hasta de la reproducción de los berberechos: muy buena, por cierto. Es muy jodido ser tertuliano, tuitero, influencer y, sobre todo, Miguel Ángel Revilla, el opinólogo por excelencia. El profesor Carlos Taibo ya avisó en febrero de 2022: “Igual hoy tenemos suerte y nos explica en laSexta Noche lo que ocurre en Ucrania”. Cuando Taibo escribió eso en Twitter, Revilla ya había ido dos semanas antes —cuando tú vas, Revilla viene de allí— y avisó al pueblo: “No. No va a haber ninguna guerra ahí”. Pues eso.

Afortunadamente, Revilla volvió el pasado sábado a La Sexta ―a El Hormiguero fue la semana anterior— para dar su opinión sobre el conflicto de Israel y Palestina. Si en 2022 fue como presidente de Cantabria, ahora iba, simplemente. El programa escribió un gran subtítulo: “¿Cuál es el análisis de Revilla de la guerra entre Israel y Gaza?”. Eso, cuál es, que está España en un sinvivir. “Aquí no hay ninguno que se salve”, observó. Y luego opinó sobre una posible amnistía a los independentistas.

En mitad de esta vorágine de veredictos en las redes sociales, y con la resaca de los comentarios sobre Revilla, un periodista, Javier Fernández, de La Gaceta de Salamanca, tuiteaba este domingo a sus 1.011 seguidores un mensaje poco antes del mediodía: “Hacía tiempo que no tenía entre manos una historia como esta. Un bebé enfermo, solo en el mundo y que está siendo criado por sanitarios en una UCI de Hospital”. El mensaje no lo compartió nadie.

El caso sucede en Salamanca, cuando una niña llega con pocos meses de vida a la UCI pediátrica del hospital salmantino. Su pasado —no se dan más detalles por privacidad— se resume en una “triste historia de antecedentes sociales problemáticos”. Desde bien pequeña, la menor vive entre esas paredes blancas. Su única familia son los trabajadores del centro sanitario. Padece una enfermedad que no tiene cura. Necesita cuidados las 24 horas.

“En una planta de hospitalización”, cuenta una de las doctoras en el reportaje, “tendría que estar acompañada por un familiar o por alguien de un centro de acogida, pero no existe esa figura que pueda estar con ella todo el día. Por eso, lleva tanto tiempo con nosotros. A esta niña no la hemos cuidado; la hemos criado”. A su box de la UCI acuden doctores, enfermeros, auxiliares... Vive rodeada de batas blancas y verdes. Los trabajadores le han comprado ropa como si fuera una hija. Hasta una doctora le tejió una cola de sirena para su último cumpleaños, ya que, debido a su enfermedad, es muy bueno que tenga las piernas juntas.

Ahora, casi todos los días y a media tarde, con el permiso de los servicios sociales de la Junta de Castilla y León y con todas las medidas de seguridad necesarias, los sanitarios sacan a pasear a la pequeña a tomar el fresco salmantino, escribe Hernández. La llevan al río Tormes, donde observa, palpa y escucha los sonidos de los perros, de los pájaros y de los niños. Algún pediatra se la ha llevado también a su casa para que interactúe con sus hijos. Es la niña de todos. Ahora, comentan, está en la última fase. Busca una familia que la acoja y que sepa que su evolución es compleja. “De no haber pasado este tiempo en el hospital, la niña no podría hacer nada”, señala otro doctor. A veces, los tuits que nadie comparte deberían ser los más compartidos. Opino.

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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