Vivir en un pueblo
Los lectores escriben sobre la vida en los municipios pequeños, la guerra entre Israel y Hamás y la amnistía
Hace tres años, me mudé a un pueblo de las afueras de Valencia porque la vivienda de mis abuelos se quedó vacía y aproveché la oportunidad para evitar pagar un alquiler abusivo en el centro. Me parecía que no tenía nada que ver con este sitio, pues no encontraba aquí a nadie más en mi situación. Es lógico pensar que una chica joven, con idiomas, que ha vivido en tres países y tiene un grado y un máster universitarios no se instalaría aquí de nuevas, sino que elegiría un lugar con “más posibilidades”. Poco a poco, he descubierto lo desahogada que vivo aquí y que esta también es una forma de hacer resistencia. Sí, quizá yo sea aquí algo insólito, pero también estoy conociendo a gente cuya existencia o forma de vida desconocía hasta ahora. Espero que algún día todos estos lugares ignotos no se compongan solo de gente que lleva aquí toda la vida o que ha caído aquí por casualidad, sino también de gente que, como yo, ya no encuentra motivos suficientes para vivir donde quiere hacerlo todo el mundo.
Julia Salas Ballesteros. Alfafar (Valencia)
Otra guerra
Nuevamente, un conflicto sacude la actualidad y asoma incansable a nuestros ojos con todo su furor destructivo: la guerra de Israel en Gaza. Conflicto que se suma ahora al de Ucrania, con su estela de muerte, sufrimiento y dolor. Y todo ello en una época de enorme desarrollo tecnológico, cuando el hombre, que en un proceso de creación extraordinario ha sido capaz de construir el sofisticado telescopio James Webb para ver lo más lejano, aún sigue siendo incapaz de ver lo que tiene más cerca: él mismo y las destructivas consecuencias de la guerra.
José Arias Martínez. Collado Villalba (Madrid)
Mujeres en guerra
Tristemente, la guerra siempre está presente entre nosotros. A veces, nos toca de cerca y a veces de mucho más lejos. Yo soy de aquella generación a la que los recuerdos de guerra más próximos le llegaron de sus abuelos o bisabuelos, que ya muchos no están aquí, y que estuvieron presentes en la Guerra Civil. Para nosotros, hoy la guerra nos resuena desde muy lejos, de países extranjeros, que parece que no nos acaba de tocar. Pero también piensas y te pones en la piel de aquellas chicas jóvenes de nuestra edad, que deben de estar viviendo en un infierno de violaciones, de muertes y de sangre. Y te entra un escalofrío en el corazón. ¿Qué horror hemos llegado a crear en este mundo como para que haya civiles viviendo esto? La impotencia nos llena sin saber qué hacer, sin tener el poder de decidir el futuro de estas compañeras que, a unos kilómetros, sufren una pesadilla.
Anna Martí Marcet. Sitges (Barcelona)
La idea de justicia
En la magnífica novela de Isaac Asimov Bóvedas de acero hay dos protagonistas detectives: uno es humano, y el otro, un robot. El hombre, enfadado por el automatismo de las conclusiones y acciones de su mecánico compañero, le pregunta en un pasaje cuál es su idea de la justicia. El robot le contesta: “Justicia es cuando las leyes en vigor se cumplen”. De la tribuna publicada el lunes en EL PAÍS se deduce que Juan Luis Cebrián tiene la misma opinión que el robot de Asimov. En la novela, el robot acaba humanizándose algo, lo que ayuda a desatascar el problema.
Octavio Granado. Burgos
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