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Columna
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Metafísica en Oriente Próximo

La gran perdedora de las acciones de Hamás será la causa palestina, sobre todo si quienes creen defenderla mantienen la equidistancia frente a los ataques terroristas o incluso los justifica

Un edificio en llamas en Tel Aviv tras los ataques con cohetes desde la franja de Gaza.
Un edificio en llamas en Tel Aviv tras los ataques con cohetes desde la franja de Gaza.ITAI RON (REUTERS)
Víctor Lapuente

Israel es criticable. Y mucho. Pero Hamás es infame. La diferencia entre los dos entes de este conflicto, el Estado israelí y la organización Hamás, no es cuantitativa —no podemos meramente comparar muertos, desplazados u otras víctimas— sino cualitativa —el objetivo de Israel es proteger las vidas de sus ciudadanos y el de Hamás destruirlas—. Y la gran perdedora de las acciones de Hamás será la causa palestina, sobre todo si quienes creen defenderla, como parte de nuestra izquierda, mantienen la equidistancia frente a los ataques terroristas o incluso los justifican. Palestina solo tiene futuro, como nación libre, si Hamás es desmantelada.

No es ético poner en el mismo plano a Israel y Hamás. Basándonos en un razonamiento del filósofo Sam Harris, hagamos la siguiente suposición. Imaginemos que una empresa armamentística da gratis a todo Gobierno o grupo político dos tipos de misiles. El primero es brutalmente preciso: deja ilesos a los civiles y a las infraestructuras y solo destruye equipamientos militares y criminales con un acreditado historial de asesinatos indiscriminados a sus espaldas. El segundo es brutalmente impreciso: causa el mayor daño posible al mayor número de personas, incluidos niños y bebés.

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No hay duda de que Hamás usaría el segundo proyectil para, como intenta hacer estos días, maximizar el dolor de sus acciones. E Israel, el primero, para, como ha intentado hacer (a veces, mal) durante décadas, minimizar el dolor de sus intervenciones. De hecho, Israel tiene varias versiones del segundo misil, armas capaces de aniquilar a toda la población de Gaza. Pero no lo hace, porque, para empezar, iría contra su interés. Ni la población israelí, tremendamente comprometida con las libertades (como hemos visto estos meses protestando contra la reforma judicial de Netanyahu), ni la comunidad democrática internacional, un grupo de presión informal, pero poderoso (como hemos visto con la reacción solidaria a la invasión de Ucrania), lo aceptarían.

Más importante, Israel no busca matar porque una democracia prioriza los derechos de los individuos (libertad, igualdad y seguridad) por encima de los colectivos. El Estado israelí tiene la razón, pero quien entiende que la razón de Estado, o del colectivo, está por encima de las personas es Hamás. No es una diferencia militar, política ni religiosa. Es metafísica. @VictorLapuente

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