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Columna
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Romper lunas, quemar libros

El ‘modus operandi’ de los ataques no requería estudios superiores: cócteles molotov, piedras, pintura y algún que otro artefacto explosivo. No faltaron disparos contra la literatura

Pintadas amenazantes en la fachada de la librería Lagun, en San Sebastián, en 2001.
Pintadas amenazantes en la fachada de la librería Lagun, en San Sebastián, en 2001.Jesús Uriarte

En mayo de 1933, el régimen nacionalsocialista alemán promovió piras de libros sacados de bibliotecas públicas y privadas. Fueron a parar a las llamas obras de autores seleccionados bien por su orientación ideológica, bien por su raigambre judía, y todos por contravenir, a juicio de los señores del fuego, “el espíritu alemán”. “Allí donde se queman libros, se acaba quemando personas”. La frase, de Heinrich Heine, da título al estudio pormenorizado (Allí donde se queman libros, Tecnos, 2023) que los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Juan Francisco López Pérez dedican a los atentados cometidos por razones políticas en España contra librerías y quioscos de prensa entre los años 1962 y 2018. Los autores cifran en 225 el número de ataques confirmados a lo largo de dicho periodo, la mayor parte de ellos achacables al terrorismo de extrema derecha y parapolicial y en una proporción menor a ETA y simpatizantes (en este caso con el agravante de víctimas mortales) y a la extrema izquierda. El modus operandi no requería estudios superiores: cócteles molotov, piedras, pintura y algún que otro artefacto explosivo. No faltaron disparos contra la literatura. Como ejemplo de extremos que se tocan, la librería Lagun de San Sebastián sufrió de forma reiterada los ataques terroristas de los unos y después de los otros, cosa normal cuando se comparten los objetivos: cortar la difusión de ciertas ideas, castigar la preferencia política de los dueños, alejar el establecimiento de la “zona nacional”, prepararse para acciones terroristas de mayor calado. El estudio referido es mucho más que un bien documentado recuento de destrozos. Es, sobre todo, un homenaje a la valentía y el compromiso democrático de aquellos libreros dignos de admiración y gratitud que se la jugaron por las libertades que hoy disfrutamos, ya veremos por cuánto tiempo.

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