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Tribuna
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El enfrentamiento entre Finlandia y Rusia en la II Guerra Mundial da una idea de cómo podría acabar la guerra de Ucrania

La invasión del país nórdico en 1939 y la posterior pérdida de territorio en un acuerdo a cambio de estabilidad es un buen precedente para aventurar escenarios del actual conflicto

Finland
La nueva valla fronteriza entre Finlandia y Rusia, el pasado marzo.ALESSANDRO RAMPAZZO (AFP)
Wolfgang Münchau

Durante una visita reciente a las regiones nororientales de Finlandia tuve ocasión de reflexionar sobre la llamada Guerra de Invierno de 1939 y 1940 y lo que nos dice sobre la situación actual en Ucrania. Rusia invadió Finlandia a finales de noviembre de 1939 para proteger Leningrado, la actual San Petersburgo, que en aquel momento se encontraba a solo 32 kilómetros de la frontera finlandesa. Los soviéticos habían pedido a Finlandia que trasladara la frontera unos 30 kilómetros hacia el oeste, y después de que esta se negara, la invadieron. La guerra duró poco más de tres meses. Aunque las tropas finlandesas no eran rivales para el Ejército Rojo, las tácticas guerrilleras que emplearon fueron sorprendentemente eficaces y frenaron el avance soviético. Los rusos sufrieron numerosas bajas. La Guerra de Invierno terminó en marzo de 1940 con el Tratado de Paz de Moscú. Finlandia cedió el 9% de su territorio, la parte más importante del cual era la zona oriental de Carelia, una región al este de Helsinki que se extendía casi hasta Leningrado. Los soviéticos se apoderaron del lago Ladoga y de la franja de tierra entre el lago y el golfo de Finlandia. También se quedaron con una región del noreste del país. La mayoría de los finlandeses que vivían en esos territorios fueron repatriados a Finlandia.

Al cabo de poco más de un año, la Alemania nazi y Finlandia intentaron reconquistar juntas Carelia en lo que se conoce como guerra de continuación, que fue parte de la II Guerra Mundial. Una vez finalizado el conflicto, en 1944, Finlandia cedió más territorio: la provincia de Petsamo, en el noreste de Laponia, que ahora forma parte de la provincia de Murmansk.

Me limito a trazar paralelismos concretos, con la advertencia de rigor de que la historia no se repite de manera exacta. Las guerras rusofinlandesas se desarrollaron en dos partes. El segundo tratado de paz, firmado en 1944, fue el que logró sentar las bases para un largo periodo de estabilidad a lo largo de la frontera rusofinlandesa.

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La guerra de Ucrania podría terminar de forma parecida, con Ucrania cediendo parte de su territorio a cambio de un acuerdo que garantice su seguridad después.

Esto es exactamente lo que sugirió Stian Jenssen, jefe de gabinete de Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN: que Ucrania se uniera a la OTAN después de alcanzar un acuerdo de paz con Moscú. Más tarde se vio obligado a desdecirse y a pedir disculpas ante las protestas de Ucrania. Pero, como siempre, la metedura de pata nos dice más que la retractación.

Jenssen no ha sido el único. Robert Brieger, actual presidente del Comité Militar de la Unión Europea, advertía en una entrevista con el diario alemán Die Welt de la posibilidad de una guerra de desgaste sin vencedores. Concluía que Rusia tiene capacidad para resistir durante mucho tiempo y que es improbable que Ucrania recupere todos los territorios ocupados. Lo que esto significa es que las personas con información privilegiada ahora hablan de escenarios y desenlaces de los que antes no hablaban.

El ingreso de Ucrania en la OTAN tendrá que formar parte de cualquier acuerdo creíble. De lo contrario, un armisticio o un acuerdo de paz no duraría mucho. Rusia se reagruparía y volvería a atacar dentro de unos años. El acuerdo contemplado por Jenssen concedería a Putin el derecho a jactarse de haber obtenido territorio en el este de Ucrania, además de un reconocimiento oficial de Crimea, a cambio de que Ucrania pasara a formar parte de la OTAN y la UE.

Yo añadiría un punto más. El apoyo occidental a Ucrania es fuerte, pero no infinito. Una encuesta alemana sobre si Alemania debe suministrar misiles de crucero a Ucrania mostraba que el 52% del electorado se opone, y solo un 36% está a favor. El apoyo del electorado al suministro de armas a Ucrania se ha ido debilitando tanto en Estados Unidos como en Alemania, dos de los tres mayores proveedores de armas y ayuda financiera a Ucrania. El otro es Reino Unido.

Es probable que Ucrania descubra una desagradable verdad sobre la UE. A los europeos del continente, que no están muy versados en asuntos militares, se les da muy bien alardear de virtudes, pero no tan bien el seguimiento. La opinión pública europea apoyará al equipo Ucrania sólo mientras gane. En muchos países, el debate público sobre seguridad evidencia una falta de madurez.

Ucrania ha hecho algunos progresos en su contraofensiva, pero hasta ahora no ha conseguido el avance definitivo. Cuando llegue noviembre y se instale el invierno, la campaña se suspenderá durante otros cuatro o seis meses. Ucrania y Occidente subestimaron el impacto de las minas terrestres, los drones rusos y la superioridad de la defensa aérea rusa.

A muchos partidarios de Ucrania en Occidente esto les sorprenderá. Está claro que el acuerdo previsto por Jenssen no satisfará a aquellos occidentales que se envolvieron con la bandera azul y amarilla en los primeros días de la guerra, y que no aceptarán nada que no sea la victoria total, incluida la reconquista de Crimea. Los partidarios de Ucrania, especialmente en los medios de comunicación occidentales, han estado tranquilizándose con una falsa sensación de seguridad por los pronósticos de la inminente desaparición de Vladímir Putin. Cuando Yevgeny Prigozhin lanzó su fallido golpe de Estado, los medios occidentales lo consideraron un signo de debilidad de Putin. Cuando el golpe fracasó, redoblaron la apuesta y afirmaron que había dejado a Putin en una situación de vulnerabilidad. Ahora que Prigozhin ha muerto, volvemos a escuchar lo mismo. Los comentarios occidentales sobre Rusia son todo un ejercicio de pensamiento ilusorio. El problema con Putin no es que sea débil, sino que es peligroso.

Uno de los factores que favorecieron a Rusia en la Guerra de Invierno de 1939 y 1940 fue el invierno excepcionalmente frío en Carelia, donde las temperaturas alcanzaron los 40 grados centígrados bajo cero. Los enemigos de Rusia en Occidente siempre han subestimado el efecto del invierno.

Mi pronóstico es que nos encontramos bien ante una guerra que durará dos inviernos y terminará con un acuerdo sucio, o bien una guerra de desgaste que terminará por agotamiento. El apoyo político occidental se agotará primero.

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