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Columna
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De Ucrania a África

No puedo dejar de sorprenderme por el inmenso contraste entre la hipermoralización casi histérica de la disputa política en el interior de las democracias y la amoralización total hacia lo que ocurre en el exterior

Níger Rusia Niamey
Manifestantes partidarios del golpe de Estado en Níger con banderas de su país y de Rusia en Niamey, capital del país.STR (EFE)
Fernando Vallespín

No es mucho lo que todavía se sabe de la reorganización de los Wagner, los mercenarios de Prigozhin, pero Polonia teme que algunos de los soldados a su servicio puedan ir infiltrándose en su territorio desde la frontera con Bielorrusia, o que faciliten que se cuelen migrantes ilegales. El primer ministro polaco, Morawiecki, lo ha calificado ya como una manifestación de “guerra híbrida”, un mecanismo más para desestabilizar a los países de UE.

Después del golpe militar en Níger que derrocó al presidente Bazoum, el foco se pone ahora de nuevo sobre África y el papel que pueda estar jugando en esta operación el grupo de los mercenarios rusos. La aparición de banderas de Rusia en las manifestaciones a favor del general golpista Abderramán Tiani dan que pensar, aunque se ignora si fue instigado por aquel país o cuál pueda ser la estrategia que mueve a Putin en la creciente presencia de su país en el Sahel y África central y occidental. Que tenga aspiraciones a sus recursos naturales se da por descontado, del mismo modo que Wagner consigue parte de su financiación contribuyendo a la protección de los reyezuelos de diversas juntas militares. El nuevo temor va, sin embargo, en otra dirección. Níger venía haciendo de importante tampón con capacidad para filtrar la migración irregular que fluía hacia Europa; si se desactivan estas medidas queda el campo expedito para facilitar nuevas olas migratorias hacia Europa. África es una bomba demográfica, se espera un aumento de la población en unos mil millones de personas para el año 2050, ¿por qué no podría utilizarla Rusia como eficaz medio para debilitar a sus enemigos europeos?

Las migraciones ya venían siendo de hecho una de las cuestiones elegidas por el Kremlin para sus campañas de desestabilización de las sociedades occidentales, y de ahí su apoyo a los partidos de ultraderecha. Es la fibra más sensible de la que pende el equilibrio cohesionador de estas y, por tanto, también el objetivo más goloso. Sobre ese trasfondo se entiende también la lenidad de Putin hacia el pseudogolpe de Prigozhin. Pero me gustaría llevar la reflexión por otra dirección. No puedo dejar de sorprenderme por el inmenso contraste entre la hipermoralización casi histérica de la disputa política en el interior de las democracias y la amoralización total hacia lo que ocurre en el exterior. Nos hemos inmunizado ya frente a las descripciones de la barbarie con las que se nos va informando de las actividades contra la población civil ucrania, o la represión interior de los disidentes rusos (no veo que nos rasguemos las vestiduras con la intensidad con la que reaccionamos a cualquier declaración de algún personaje de nuestra política.) O la catástrofe humanitaria de quienes tratan de atravesar el Mediterráneo. Y ahora esta amenaza de utilizar la miseria humana como arma en la disputa geopolítica. El hombre siempre como medio, no como un fin en sí mismo. La parte buena es que tendremos que ponernos las pilas y crear las condiciones para ayudar a ese continente. No por empatía humana, sino para evitar las consecuencias de no hacerlo. Un signo más de la regresión en la que estamos.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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