Por qué el papa Francisco se niega a convocar un nuevo Concilio Ecuménico de la Iglesia
El máximo pontífice también condenó a los movimientos dentro de la Iglesia que se resisten a aceptar la conversión a su vuelta a los orígenes
Las jornadas multitudinarias del papa Francisco en Portugal con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud que tan bien nos contó la corresponsal en Lisboa, Tereixa Constenla, han ofuscado la importante y explosiva entrevista del papa a la revista católica española, Vida Nueva antes de su ida a Portugal.
El papa Francisco fue interrogado largamente por toda la redacción de la revista, algo que hubiese parecido locura con los otros pontífices. Los papas solo hablaban oficialmente a través de documentos oficiales. Francisco ha sido el primero de la Iglesia que quebró ese tabú.
El dulce y sonriente Francisco que pidió a una multitud de un millón y medio de fieles en Lisboa que gritaran con él que Dios “perdona y ama siempre y a todos sin distinción”, en la entrevista española, fue duro y mordaz e hizo una serie de revelaciones sobre los problemas que debe enfrentar con la actual Iglesia conservadora.
Preguntado por qué no convoca un nuevo Concilio Ecuménico como el pasado Vaticano II llamando a Roma a todos los obispos del mundo para analizar el actual momento de la Iglesia católica, fue tajante: “Los tiempos no están maduros para ese nuevo Concilio”. Y añadió irónico: “ni es necesario ya que el Vaticano II aún ni ha empezado”.
Es grave en boca del Papa decir que el Concilio más revolucionario de la Historia de la Iglesia, celebrado en los años 60, casi 200 años después del Vaticano I, que levantó tantas esperanzas de renovación de una Iglesia que estaba anclada en el pasado, ni siquiera ha empezado.
Si es así se entiende que Francisco se niegue a convocar de nuevo a toda la Iglesia para discutir los problemas de hoy. Para él la verdadera revolución sería que la Iglesia volviera a sus orígenes revolucionarios y se despojara de todo el lastre teológico conservador que fue acumulando siglo tras siglo. Y sabe que en este momento un Concilio sería sin duda conservador.
En la entrevista, el Papa llega a decirles a los periodistas de Vida Nueva que es consciente que él supone en la Iglesia de hoy “un puño en el estómago”. Y añade una dura confesión refiriéndose a las reformas que desearía hacer y no puede: “Aún no he conseguido poner fin a la cultura de la corte en la Curia”, dando a entender que se siente aún prisionero del aparato burocrático, conservador y hasta corrupto del Gobierno central del Vaticano. Hasta su antecesor, el alemán y conservador papa Ratzinger, llegó a calificar a la Curia como una “manada de lobos”, y acabó por renunciar al papado.
Tras haber criticado con tanta dureza a la Curia Romana a la que no ha conseguido domar en sus ímpetus conservadores lanzó otro desahogo: “No se puede reformar a la Iglesia sin el Evangelio”. Y ese deseo de volver a la iglesia del primer siglo del cristianismo y los esfuerzos que Francisco está haciendo para conseguirlo, es lo que hace que el aparato de la Curia se le resista. Les infunde miedo.
El Papa, como ha demostrado en sus discursos en Portugal, donde ha presentado a una Iglesia del perdón para todos, sin distinción, ya que Dios no discrimina y nos acepta a todos como somos, está convencido que, como dijo en sus entrevistas: “Hay que desarmar a los profetas de la confusión”. No dijo quiénes son. Seguramente los que querrían un nuevo Concilio para frenarle en sus sueños de renovación profunda de una Iglesia que está perdiendo fuerza frente al auge de las sectas evangélicas.
El papa también condenó a los movimientos dentro de la Iglesia que se resisten a aceptar la conversión a su vuelta a los orígenes. “Es fácil que la ideología se insinúe en esos movimientos con mucho misticismo aparente pero también con mucha corrupción”,
Es ya conocida la lucha de Francisco para que en la Iglesia la mujer vuelva a tener el poder y la importancia que tuvo en el momento de su fundación. En sus 10 años ya de pontificado ese su deseo de protagonismo femenino ha sido evidente como lo ha sido la resistencia que encuentra en la Iglesia conservadora.
En la entrevista a Vida Nueva les contó su estupor cuando un grupo de transexuales le visitó en Roma: “Salieron llorando diciendo que yo les había dado la mano, un beso. Como si hubiese hecho algo de excepcional por ellas. “¡Pero si son hijas de Dios!”.
La confesión de Francisco de que un nuevo Concilio hoy sería inútil y dirigido por la Iglesia conservadora que ni siquiera ha absorbido la novedad del Vaticano II, es el mejor ejemplo de la visión que el papa tiene del actual momento del catolicismo.
Quizás Francisco al conversar con los periodistas españoles a los que le confiesa que el Vaticano II ni ha empezado, recuerde que recién acabado el Concilio, en el que justamente el episcopado de España había sido uno de los más conservadores y reaccionarios a una modernización de la Iglesia, el entonces cardenal de Sevilla, Bueno y Monreal, a su vuelta a la diócesis les dijo a los suyos: “Y ahora a esperar que las aguas vuelvan a su cauce”.
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