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Anatomía de Twitter
Columna
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Contra el tiempo libre

El mes de agosto es para los europeos un domingo muy largo, y para los estadounidenses, un simple motivo para bajar el aire acondicionado en la oficina

Mad Men
El reparto de 'Mad Men' en una imagen promocional.

Lo tuiteó ya a finales de julio una cuenta estadounidense que suele compartir memes y capturas de TikTok: “He mandado un mail a un europeo y me ha golpeado con la respuesta automática ‘de vacaciones hasta el 28 de agosto”. Acompañaba el texto una ranita Pepe reprimiendo sin éxito el llanto. El tuit inauguraba la temporada de asombro mutuo por los respectivos hábitos vacacionales: el mes de agosto es para europeos un domingo muy largo, y para estadounidenses, un simple motivo para bajar el aire acondicionado en la oficina. Unos y otros se aferran a su hábito como si fuera el último bastión de defensa de la civilización. Otro usuario anónimo resumía este “diálogo económico transatlántico” emulando la escena de Mad Men en que Michael Ginsberg, el nuevo copy torturado, coincide con su jefe Don Draper en el ascensor. “Tenemos menos inflación, menos paro, y un mayor crecimiento que vosotros. Ganamos de nuevo”, espeta Ginsberg representando en el meme a EE UU. “Gracias por el mail. Me encuentro en mis vacaciones anuales de verano hasta el 30 de septiembre de 2023″, responde Don Draper/Europa sin mirarle.

No hay guerra cultural que despierte una superioridad moral tan descarnada. Algunas respuestas norteamericanas al tuit de Mad Men:Nos odian por nuestra libertad”. “Necesitan seis semanas de vacaciones porque sus trenes sin aire acondicionado van demasiado lentos”. “Las vacaciones sólo son interesantes durante unos cuatro días, después eres básicamente un mendigo perezoso. La idea de que no hacer nada productivo en tres meses pueda ser gratificante es de perdedores”. Esta última aportación fue ridiculizada y tildada de workcel (un juego de palabras con el epíteto incel: aquí se refiere a una actitud cómicamente defensiva respecto a los propios vicios). Pero esta respuesta dio en el clavo. El objeto del diálogo es dirimir si debe servir para algo el tiempo libre, y en definitiva nuestro tiempo en la tierra.

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Más que un diálogo se trata de dos monólogos paralelos que no se llegan a cruzar. La visión Workcel argumenta que la necesidad de vegetar durante semanas es signo de debilidad y decadencia: una mentalidad incompatible con construir una sociedad triunfal. El europeo estándar sabe que ese afán de llenar cada minuto de productividad denota pánico al vacío y una ansiedad pueril respecto al sinsentido de la existencia. Siglos de sangre y fuego han servido, precisamente, para no tener que trabajar todo el rato.

Y, sin embargo, el alegato más inspirado contra el tiempo libre salió del corazón de Europa. “El fin de semana es el homicidio de todo individuo y la muerte de toda familia”, escribió el austríaco Thomas Bernhard, anticipando las estadísticas que atribuyen a las vacaciones de verano el pico otoñal de divorcios. Bernhard describe la angustia de la persona enfrentada a la nada, una vez eliminada la distracción del trabajo: “El hombre no sabe qué hacer con la libertad, todo lo demás es mentira”.

Creo que incluso Bernhard, obligado con un cañón en la sien, admitiría que las vacaciones pagadas son civilización y algo a defender con barricadas. A cambio, concederemos que el mayor error a nuestro lado del Atlántico es haber interiorizado una división ontológica entre el tiempo laboral y el tiempo libre. Por algo nos fascinan aún los publicistas yankis de Mad Men: drogadictos del trabajo que han conseguido derribar fronteras, mezclar de forma extrema e imprudente y como si nada fuera del todo en serio la ambición, el minibar, el sexo y el amor.

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