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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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Una colecta polémica para el policía que mató a Nahel

Jean Messiah, figura destacada de la extrema derecha, ha logrado reunir más de 1,6 millones de euros para el agente que disparó al adolescente francés

Dos mujeres llevan pancartas contra la violencia policial durante la manifestación espontánea en París para protestar contra la muerte de Nahel, el pasado 30 de julio.
Dos mujeres llevan pancartas contra la violencia policial durante la manifestación espontánea en París para protestar contra la muerte de Nahel, el pasado 30 de julio.Europa Press/Contacto/Telmo Pinto (Europa Press/Contacto/Telmo Pint)
Carla Mascia

¿Hay algo peor que un policía dispare a sangre fría y mate a tu hijo de 17 años por no detenerse en un control de tráfico y saber que su muerte filmada es tan solo una más de una larga lista de jóvenes de los suburbios, víctimas de errores policiales debido a su origen o color de piel? Pensaba que no, ingenuamente, hasta ver en Twitter que una figura destacada de la extrema derecha francesa había organizado una colecta para apoyar al policía y a su familia, y que esta había alcanzado, en pocos días, la cifra de 1,6 millones de euros.

“¡Las unidades de cuidados intensivos van a estar saturadas por una afluencia de izquierdistas en estado de shock. ¡Enhorabuena a todos y viva Francia!”, tuiteó Jean Messiah, un alto funcionario del Estado nacido en El Cairo en el seno de una acaudalada familia egipcia, que tras pasar por el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, quizás demasiado light para su gusto, abrazó la guerra cultural de Éric Zemmour en las últimas presidenciales. Un polemista cuyo parecido físico con el personaje de Tintín Rastapopoulos no deja de desconcertarme, y al que le gustan los relojes caros y los puros. Presidente del círculo de reflexión Vivre français (Vivir a la francesa), se define a sí mismo como “francés de pura cepa por naturalización”. Una definición que no tiene su origen en las ciencias sociales, sino en un comportamiento extendido entre algunos de los integrantes de la extrema derecha con origen extranjero —como el número dos del RN, Jordan Bardella— y que consiste en aparentar ser más francés que el más francés de los franceses, si es que eso tiene algún significado.

A la iniciativa de Messiah, la madre del joven fallecido ha respondido interponiendo una queja ante el Fiscal General del Estado, ya que la plataforma estadounidense GoFundMe que alberga la colecta se ha negado a cerrarla. ¿Habrían mantenido activa una colecta semejante en el caso del policía que mató a George Floyd?, se preguntaban, indignados, algunos trabajadores de la empresa en una tribuna en la que se desolidarizan con la dirección de la compañía. Llevo muchos días pensando en ella, en Mouina M., y en lo que se tiene que sentir al descubrir que una galaxia de rancios, movidos por el odio, ampara y compensa con este gesto el racismo institucional que condujo Florian M. a disparar a un chaval que, de haberse llamado Jean-Hubert y residido en Neuilly, aún estaría en vida, pese a no cumplir la orden de pararse en un control de tráfico. En lo injusto que una mujer trabajadora, que crio sola a su hijo en un barrio difícil y en un entorno precario, se haya convertido en el foco de las críticas de la extrema derecha en las redes: le reprochan la educación que propició a su hijo, manchan el nombre del adolescente con mentiras sobre su pasado supuestamente delictivo e incluso se atreven a ironizar sobre cómo lleva su duelo, juzgando la actitud demasiado combativa y alegre que exhibió en la marcha blanca organizada en honor a Nahel.

Una vez más, la extrema derecha ha conseguido contagiar su visión xenófoba y etnicista de la sociedad a buena parte del espectro de la derecha tradicional desesperada por resucitar electoralmente. “Reconozco que la mayoría de detenidos [en los disturbios] son franceses, pero ¿cuán franceses?”, se preguntaba el otro día una senadora de Los Republicanos (LR) en un debate parlamentario, obviando la raíz eminentemente social del problema, con un Estado incapaz de integrar a los habitantes de los barrios pobres de la periferia. Jóvenes de tercera y cuarta generación abandonados a su suerte, desprovistos de capital político o cultural, sin otra forma de expresión que la violencia. Su resentimiento y frustración se manifiesta, como en los disturbios de 2005, de la peor de las formas, atacando los símbolos de una República y de una sociedad de consumo de la que se sienten excluidos.

Esta es la historia interminable de una herida francesa, de tufo poscolonial, que, sin voluntad política, no podrá cicatrizar jamás. Esta vez le ha tocado a Nahel; hace tres semanas la víctima de un disparo policial por no detenerse en un control, según la versión de las fuerzas del orden, se llamaba Alhoussein. El policía llevaba una cámara corporal, pero ese día el dispositivo no funcionó por falta de batería. No tuvo la suerte de Nahel, cuyo video sí dejó clara la responsabilidad del agente, imputado por homicidio voluntario. Alhoussein, como otros muchos, ha muerto en medio de una total indiferencia. Tenía 19 años y solo estaba yendo a trabajar.

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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.

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