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Columna
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Todos a por ella

Pocas cosas unen más a los españoles que la satisfacción de humillar a una mujer en la plaza pública

María Guardiola, durante su comparecencia ante los medios, el 22 de junio en Mérida.
María Guardiola, durante su comparecencia ante los medios, el 22 de junio en Mérida.Jero Morales (EFE)
Marta Peirano

Esta semana María Guardiola ha repartido satisfacción por la totalidad del espectro ideológico. Una hazaña en tiempos de polarización mediática, aunque no fuera exactamente su intención. Está la izquierda que, desde el viernes, le repite, le recuerda y hasta le deletrea lo que dijo el pasado día 20, (yo-no-puedo-dejar-entrar-en-mi-Gobierno etc, etc...) como si no se acordara o lo negara o hubiera una asociación de afectados de amnesia anterógrada que necesita seguir el curso de este acontecimiento concreto para mantener la paz mundial. La llama cobarde, ridícula, ambiciosa y “un bochorno en sí misma por entregarse a la extrema derecha tras haberlo negado”. La misma satisfacción recorre las filas de la ultraderecha, quizá con un par de bolas extra. Primero, por fin pueden poner a una mujer en su sitio sin que la izquierda cite a Judith Butler. Segundo, los que exigieron con furiosa anticipación el castigo se felicitan ahora que se lo ha tenido que tragar. Después está el partido de la propia Guardiola. Lo que la misoginia ha unido que no lo separe el PP.

“Tengo la suerte de pertenecer a un partido que da libertad para llegar a acuerdos ―había dicho en la Cadena Ser el mismo día de los yo-no-puedo―. Feijóo nos ha dado mano libre para llegar a unos acuerdos que respondan a los intereses de mis paisanos”. Algunos quedamos hasta un poco sobrecogidos. ¿Te imaginas que eso fuese verdad? De pronto un PP moderno, pluralista y dinámico, capaz de encontrarse con el ciudadano donde está el ciudadano y de confiar en sus líderes regionales como si fueran profesionales responsables incluso siendo mujeres, capaces de operar con independencia sin que sentirlo falta de respeto, traición o insubordinación frente a la autoridad central. Cosas más locas se han visto. Lincoln era republicano y abolió la esclavitud.

Nunca lo sabremos, porque Guardiola se equivocaba. No tiene la suerte de pertenecer a un partido que da libertad para llegar a acuerdos. Ni siquiera pertenece a un partido que tiene libertad para llegar a acuerdos. Que su jefe haya tenido que arrojarla maniatada y amordazada a las vías del tren nos dice por dónde tiene agarrada la ultraderecha a la banda de la gaviota. Esta semana tuvo dos inesperados ganadores: Aleksandr Lukashenko, el pacificador del golpe más corto de la historia de Rusia, y Santiago Abascal, el nuevo jefe de la oposición.

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Todos los demás perdemos. Los de Abascal asumen la gestión de las infraestructuras rurales, control de incendios, patrimonio natural, caza, pesca y toros en una de las regiones más pobres y más castigadas por la mala gestión climática. Según Greenpeace, el 55% de la masa de agua subterránea del Guadiana está ya comprometida por las extracciones masivas realizadas, además de presentar mal estado químico en el 80%. El Mapa de Impactos del Cambio Climático en Extremadura de la Junta advierte que la reducción de lluvias afectará fuertemente a los cultivos más importantes de la zona, por no mencionar las plagas y enfermedades que llegan con el calor. Nos preocupa menos que apedrear a María Guardiola por obedecer a su jefe. Pocas cosas unen más a los españoles que humillar públicamente a una mujer.

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