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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alcalde socialista en Barcelona

Una negociación en el último minuto con los comunes devuelve la alcaldía al PSC con el apoyo condicionado del PP

El nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (a la derecha), saluda al candidato de Junts, Xavier Trias, en el pleno de constitución del Ayuntamiento, este sábado.
El nuevo alcalde de Barcelona, Jaume Collboni (a la derecha), saluda al candidato de Junts, Xavier Trias, en el pleno de constitución del Ayuntamiento, este sábado.Albert Garcia
El País

Jaume Collboni logró el sábado recuperar la alcaldía de Barcelona para los socialistas con los votos favorables tanto de los comunes (nueve concejales) como del PP (cuatro), en una operación política que dignifica a los comunes al priorizar un modelo de ciudad antes que su presencia en el gobierno municipal. Su apoyo a los socialistas estaba sometido a las condiciones del PP, que solo votaría a Collboni si excluía a los comunes del gobierno, como así ha sido, y a la vez el PP lograba que Barcelona no estuviese gobernada por el independentismo. En unos minutos se vino abajo el acuerdo cerrado entre el candidato más votado, Xavier Trias, de Junts, con 11 concejales, y los cinco del cuarto partido, ERC, para hacer alcalde a Trias.

El endiablado sudoku se resolvió favorablemente para los socialistas en el plano de poder municipal, en el ideológico para los comunes y en el discurso estatal y local para el PP. Los cuatro concejales populares prefirieron impedir la alcaldía de un independentista tibio y circunstancial, como Trias, pese a sus sintonías ideológicas en materia económica, social o medioambiental. Los comunes rectificaron a última hora su negativa a sumar sus votos a los del PP para hacer alcalde a Collboni. Hubiera resultado realmente difícil explicar al electorado de la izquierda no independentista de Barcelona —con 19 concejales entre PSC y comunes— que el gobierno de la ciudad estuviese encabezado por un exalcalde de la derecha como Xavier Trias, antes convergente y ahora independentista, que había centrado toda su campaña en el ataque frontal al modelo de ciudad de Ada Colau. Y ese fue el argumento de la exalcaldesa en su medido discurso al explicar el voto favorable a Collboni: la dificultad de digerir que la alcaldía pudiera estar en manos de un hombre de la Convergència i Unió del 3%. La alusión tenía doble intención porque afectaba también al candidato de ERC, Ernest Maragall, histórico líder del PSC junto a su hermano Pasqual Maragall, que fue el responsable de la famosa acusación del 3% a los convergentes en un debate en el Parlament.

El PSOE recupera así Barcelona y se constituye (con Las Palmas) en el principal referente de poder municipal para los socialistas, que han preferido dejarse apoyar por el PP a entregar la ciudad a Trias. El PP, por su parte, realiza un gesto político importante con el que pretende compensar el desgaste que sufre por los pactos con Vox y apuntala la imagen de Feijóo: el líder popular no podía a la vez defender los numerosos pactos municipales que ha firmado con Vox y permitir una alcaldía liderada por independentistas en Barcelona (mientras acusa a Pedro Sánchez de pactar con los secesionistas vascos y catalanes). Y Colau, además de la coherencia ideológica, impide que la derecha independentista revierta del todo las políticas progresistas que tratan de situar a Barcelona en la vanguardia de la adaptación de las grandes ciudades a la emergencia climática y la búsqueda de soluciones a la carestía —por precio y por escasez— de la vivienda.

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El nuevo alcalde, Jaume Collboni, tiene por delante un mandato muy complejo, con el gobierno municipal más débil de la democracia (10 concejales de 21 en los que está la mayoría absoluta) y dependiente, por tanto, de los acuerdos con otras fuerzas para cualquier decisión relevante. La victoria de Collboni en esta enrevesada maniobra refuerza a escala nacional el menguado poder municipal del PSOE, da un respiro y coherencia al PP frente al independentismo y Colau asume la derrota electoral sin poner en riesgo su legado como alcaldesa, aunque sea desde fuera del gobierno.

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