Diagnóstico dudoso del BCE
La continua subida de tipos de interés de la institución monetaria reducirá el crecimiento en una eurozona ya en recesión
En su reunión de esta semana, el Banco Central Europeo ha vuelto a dar media vuelta de tuerca a los tipos de interés, alcanzando ya las cifras más altas desde el año 2008. La decisión se basa en la constatación de que, aunque menguante, la inflación sigue muy por encima del objetivo de política monetaria, situado en una inflación anual del 2% a largo plazo. Con este movimiento, el BCE sigue metiendo presión y se desvincula de la decisión de la Reserva Federal estadounidense, hecha pública también esta semana, de frenar las subidas de los tipos. En su declaración ante la prensa, el BCE anunció la posibilidad de mantener nuevas subidas en los próximos meses, hasta que consigan domeñar la curva inflacionaria a niveles considerados satisfactorios.
La decisión de no pausar la escalada de tipos sugiere un diagnóstico de la situación, al menos, dudoso. El BCE está obligado, por mandato, a considerar la estabilidad de precios como su objetivo último, pero este mandato no es único y además debe interpretarse a la luz de los hechos. Su credibilidad depende también de ello, y los hechos señalan un escenario más complejo que la mera enunciación del dato de la inflación, que tiene diferentes causas en cada uno de los países. Así, la eurozona está en el terreno del crecimiento negativo, con Alemania en recesión, y con países como España con una inflación ya muy cercana a los objetivos de la institución, y que, según todas las previsiones, podría situarse por debajo durante este mes de junio. Tiene razón la autoridad monetaria en señalar que la caída de la inflación es notablemente lenta, pero este ritmo se ve afectado por el retraso que existe entre las decisiones del BCE y sus efectos en la economía real. En otras palabras, incrementar las subidas de tipos a lo largo de 2023 puede terminar deprimiendo la actividad económica de la eurozona durante 2024, cuando se espera tener ya una inflación bajo control. Esto es particularmente relevante en los países que van a sufrir altos tipos mientras sus precios están en la zona segura del entorno del 2%, pues puede frenar el crecimiento económico sin que existan razones para ello. Seguramente habría sido más efectivo esperar, con la inflación situada en pendiente descendente, a examinar los efectos de las subidas decididas con anterioridad.
Con estos diferenciales de inflación y crecimiento, que evidencian los diferentes sustratos de las economías de la eurozona, mantener una política monetaria única resulta cuando menos arriesgado. El BCE mantiene vigentes otro tipo de instrumentos, como la compra asimétrica de bonos que puso en marcha en 2022, que podrían desempeñar un importante papel en estos momentos. Se requiere un examen más afinado de la situación y un análisis de la realidad económica de cada país que, a fecha de hoy, probablemente desaconsejaría aplicar medidas uniformes en economías que están respondiendo de manera muy diferente a las subidas de precios, con diversidad de causas y consecuencias. Si el Banco Central Europeo insiste en los próximos meses en mantener las subidas de tipos, los efectos sobre el conjunto de la eurozona serán asimétricos y no necesariamente positivos. Y sus dirigentes deberán entonces rendir cuentas y asumir la responsabilidad de haber provocado una recesión mayor con graves efectos sobre ciudadanos y empresas.
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