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Columna
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Michela Murgia: mujer, católica y antifascista

La escritora sarda, una de las intelectuales más destacadas de Italia, ha sido ‘trending topic’ tras anunciar que se está muriendo y que su único temor es abandonar este mundo en un país carcomido por el “Gobierno fascista” de Giorgia Meloni

La escritora Michela Murgia en la Feria Internacional del Libro de Turín, en Turín (Italia), el pasado 19 de mayo.
La escritora Michela Murgia en la Feria Internacional del Libro de Turín, en Turín (Italia), el pasado 19 de mayo.Alessandro Vargiu (Mondadori Portfolio/ Getty)
Carla Mascia

La escritora sarda Michela Murgia, una de las intelectuales más destacadas de Italia, se está muriendo. “De un carcinoma renal de cuarto grado no se vuelve”, aseguró la autora de La acabadora (Salamandra), novela que le valió en 2010 el prestigioso premio Campiello, en una entrevista al Corriere della Sera que se volvió trending topic en Twitter y uno de los temas más comentados en los medios del país transalpino en las últimas semanas. Tiene metástasis en los pulmones, el cerebro y los huesos. No sabe cuántos meses le quedan. Espera que sean muchos. Dice no temer la muerte. Además, lo hace con una sonrisa y una paz que deja a sus interlocutores desconcertados. Abandonar este mundo en la cincuentena no le parece una injusticia porque siente que ha “tenido diez vidas” y que ha “hecho cosas que la mayoría de la gente no hace ni siquiera en el transcurso de una vida entera”. Y que no le hablen de “guerra” contra la enfermedad, el registro bélico debería reservarse para Ucrania. Aunque su madre llama a su cáncer il maledetto, ella prefiere verlo como un “cómplice de su complejidad”.

Lo que sí teme en cambio Murgia es morirse en una Italia carcomida por el “Gobierno fascista” de Giorgia Meloni. Eso sí que le da pavor y lo deja muy claro en la entrevista. Con el cinismo abyecto que la caracteriza, Meloni no tardó en contestarle desde su cuenta de Instagram: “Me entero de que la escritora Michela Murgia padece un mal terrible. Nunca la he conocido y nunca he compartido sus ideas, pero quiero enviarle un abrazo y decirle que la apoyamos. Y espero de verdad que pueda ver el día en que deje de ser presidente del Consejo, como ella espera, porque mi intención es quedarme y hacer mi trabajo durante mucho tiempo todavía. ¡Vamos, Michela!”.

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Murgia lleva siendo el blanco de los ataques de la extrema derecha y de sus seguidores en las redes sociales desde hace mucho tiempo. Ahora lo puede sobrellevar, dice, pero hubo una época en la que el odio que recibía a diario en la red le impedía hasta comer. Durante meses, cualquier alimento que ingería lo vomitaba enseguida, hasta llegar a perder 10 kilos y parte del pelo, como cuenta en su última novela Tre ciotole. Rituali per un anno di crisi (Mondadori). La escritora atribuye esa fijación a que, según ella, la izquierda italiana ha perdido protagonismo en el debate público al renunciar a sus valores, en particular sobre el tema de los migrantes. En este contexto tuvieron que ser intelectuales como ella o Roberto Saviano, su íntimo amigo, los que sustituyeran a la oposición en su función de dar la batalla al Gobierno y a sus leyes liberticidas. Así lo refleja la carta abierta de la autora dirigida al exsecretario del PD Enrico Letta y publicada por L´Espresso en la que le reprocha su “silencio”.

Aunque la llegada de Elly Schlein al PD haya devuelto al partido parte de su fuerza, las polémicas que en los últimos meses han opuesto intelectuales al Gobierno de Meloni no han sido pocas. Entre las más sonadas está la que enfrentó hace unas semanas al escritor y director de la Feria del Libro de Turín, Nicola Lagioia, a la ministra de la Familia antiabortista, Eugenia Rocella, por no echar a un grupo de manifestantes durante la presentación de su libro. Lagioia que se defendió asumiendo que en democracia existe el derecho de cuestionar el poder de forma pacífica, fue violentamente increpado por una diputada de Fratelli de Italia, como relató en sus redes. Meses antes, los juicios por difamación que intentaron tanto Meloni como Matteo Salvini contra Roberto Saviano por llamar a la premier “bastarda” en 2020 en una entrevista, y a Salvini de “ministro de la mala vida” en otra, han acaparado la conversación en las redes italianas.

En todas estas batallas resonó la voz, inconfundible, de Michela Murgia. Una mujer que escapa a cualquier intento de clasificación. Es italiana y a la vez está a favor de la independencia de Cerdeña, esa isla en “la que la lengua más hablada es el silencio” y donde existen “estatuas de antiguos guerreros altos como ningún sardo ha sido jamás”(Viaggio in Sardegna. Undici percorsi nell’isola che non si vede, Enaudi); es católica pero aboga por la eutanasia, por poner fin al machismo imperante en la Institución e integrar a la comunidad LGBTi; es escritora, pero también ha sido telefonista en un call center, profesora de religión, vigilante nocturna en un hotel, camarera, administrativa en una central termoeléctrica, y hasta política; es madre, pero ninguno de sus cuatro hijos ha salido de su vagina, los ha adoptado “con el corazón”, ya adultos; está a punto de casarse con un hombre, pero vive junto a la que ha bautizado su familia queer ―”un núcleo familiar atípico, en el que las relaciones cuentan más que los roles”― en un gran piso que acaba de comprar en Roma. Michella Murgia es muchas cosas, pero sobre todo amor e inteligencia en estado puro.


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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.

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