Bajo el fuego
Llevados por un pesimismo antropológico se podría pensar que no hemos aprendido nada y que las dos Españas siguen enfrentadas a cara de perro bajo el signo de Caín. No es cierto
La constelación del can o del perro aparece en el firmamento nocturno de España entre el 15 de julio y el 15 de agosto. Es la llamada canícula en la que el calor del verano se impone de forma inexorable. Bajo el sol abrasivo suena la freiduría de chicharras; en los barrancos descarnados los alacranes ponen su veneno a la sombra y en las tierras deslumbradas por la sequía las serpientes jadean con la boca abierta. Este verano en mitad de la canícula a los incendios de los bosques podría sumarse el odio que usan como moneda de cambio los políticos radicales, a derecha e izquierda, y que se va a poner a prueba una vez más en las elecciones generales del 23 de julio. Hace 87 años, por estas fechas, recién segado el trigo, nuestros antepasados comenzaron a segarse unos a otros en una guerra fratricida. Llevados por un pesimismo antropológico se podría pensar que no hemos aprendido nada y que las dos Españas siguen enfrentadas a cara de perro bajo el signo de Caín. No es cierto. El odio que exudan algunos políticos no está en la calle. Este es un pueblo solidario, con la inmensa mayoría de gente que lucha por ser feliz contra toda adversidad. Hoy el verano está lleno de fiestas, suena la música por todas partes y en las playas rebosantes de cuerpos con el ombligo al aire el grito de guerra es: ¡una cerveza y otra de calamares! Ese pequeño estado de felicidad a la que tiene derecho inalienable cada ciudadano está más allá de cualquier ideología. Si hay que votar el 23 de julio, se vota, pero sería terrible que al calor africano de la canícula se añadiera el genuino odio hispánico y al mismo tiempo en que el fuego bajo el siroco esté quemando nuestros montes se produjera el incendio de la política por la crispación, los insultos, la agresividad de unos políticos pirómanos. En este caso el fuego siempre es provocado y se sabe quiénes van con el bidón de gasolina en la mano.
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