Nueva fase en Portugal
El choque entre el presidente de la República y el primer ministro acaba con una larga etapa de sintonía y favorece a la ultraderecha
La histórica complicidad entre el presidente de la República conservador, Marcelo Rebelo de Sousa, y el primer ministro socialista, António Costa, vive sus horas más bajas de los últimos tiempos. Se aleja rápidamente la etapa en la que el respaldo de Rebelo de Sousa dotó de solidez al primer Gobierno de Costa, que nació en 2015 de una moción de censura apoyada por el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués. Aquella alianza parlamentaria de la izquierda (la geringonça) nunca gustó al presidente de la República, pero antepuso la estabilidad institucional sobre sus preferencias partidistas mientras António Costa respondió con lealtad recíproca.
El modelo de convivencia institucional duró siete años, pero se ha volatilizado desde que António Costa conquistó una inesperada mayoría absoluta en enero de 2022 y formó su tercer Gobierno. El país se ha precipitado en una prolongada crisis política, que incluye 13 dimisiones de altos cargos: dos ministros y 11 secretarios de Estado en poco más de un año. La imagen del Gobierno se ha deteriorado velozmente por nombramientos inapropiados, rectificaciones de sus propios anuncios y decisiones impulsivas como la destitución de la presidenta de la aerolínea pública TAP —por una indemnización millonaria ilegal a una administradora y autorizada por el propio Gobierno— cuando la empresa empezó a dar beneficios y se prepara para una reprivatización. Marcelo Rebelo de Sousa ha ejercido como contrapoder, ha forzado varias dimisiones por escándalos y en los últimos meses ha empezado a deslizar mensajes ambiguos sobre un adelanto electoral para salir del atolladero en el que parece vivir el Gobierno, excesivamente refugiado en datos macroeconómicos favorables y en la buena marcha de su revolución verde.
El choque más grave entre Costa y Rebelo de Sousa lo ha causado la continuidad del ministro de Infraestructuras, João Galamba, tras un chusco episodio en su ministerio que incluyó el robo temporal de un ordenador con información clasificada, la intervención de espías en la recuperación y el enfrentamiento físico entre asesoras y un exasesor del ministro. El presidente de la República pidió su salida del Gobierno, pero el primer ministro rechazó la dimisión que le presentó Galamba y reivindicó su autonomía para decidir sobre su Gabinete. La respuesta del jefe del Estado consistió en la renuncia a las dos potestades que le confiere la Constitución: ni convocó elecciones anticipadas ni destituyó al Gobierno.
La sociedad portuguesa padece graves dificultades económicas y sociales, empezando por el disparado precio de la vivienda o la inflación alimentaria. Las acres desavenencias públicas entre Rebelo y Costa han debilitado su imagen con el efecto secundario de haber favorecido las expectativas electorales de la ultraderecha de Chega, tercera fuerza política ya en Portugal, y habitual beneficiaria del desgaste institucional, como sucede con la mayoría de los nacionalpopulismos de las democracias europeas.
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