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violencia escolar en Brasil
Columna
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Lula revela lo mejor de su humanidad al abordar el tema de la violencia escolar en Brasil

En el país se ha agudizado la extrema derecha bolsonarista, al punto de un adolescente asesinado la escuela a hachazos

El general Tomás Miguel Mine Ribeiro junto a Lula, presidente de Brasil
El general Tomás Miguel Mine Ribeiro junto a Lula, presidente de Brasil.UESLEI MARCELINO (REUTERS)
Juan Arias

El terror de millones de familias que están sufriendo con la escalada de violencia en las escuelas de Brasil, donde últimamente han sido bárbaramente asesinados desde niños a profesores, como lúcidamente acaba de informar en este diario, Joan Royo Gual, ha despertado en el Lula lo mejor de su sensibilidad humana.

Ante la riada de propuestas de su Gobierno para atajar la tragedia que tiene en vilo a las familias, Lula, el rudo exsindicalista del pasado, ha sacado lo mejor de su personalidad humana, casi olvidándose de su propia responsabilidad como jefe de Estado.

Tras rechazar categóricamente la propuesta de transformar las escuelas en cárceles de máxima seguridad, ya que ello, según él “no sería ni político, ni humano ni social” echó por tierra, con un ejemplo gráfico, muchas de las propuestas que le hacían sus colaboradores y puso el énfasis en el ejemplo dado a sus hijos por su familia. Cuando un niño, arrastrado por el ejemplo de sus padres, dijo Lula, cree que la solución de la violencia se resuelve con las armas, cabe preguntarse: “¿Es que el niño leyó eso en la Biblia? No. En sus libros de la escuela? No. Es porque él lo escuchó de su padre o de su madre en casa”.

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Lula rechazó con énfasis que la crisis de seguridad en las escuelas pueda resolverse “ni con dinero, ni levantando murallas, ni con detectores de metales”. Y fue en ese momento cuando el presidente, en su papel de abuelo, debió recordar el triste episodio que vivió mientras estaba en la cárcel, cuando su nieto, Arthur que iba a cumplir ocho años murió de repente y querían impedírsele ir a su entierro.

En su intervención para analizar las posibles soluciones contra el odio desencadenado contra los niños en las escuelas, Lula, seguramente tenía ante sus ojos el recuerdo de su nieto fallecido mientras estaba preso. Comentó como conversando consigo mismo: “Pienso en los niños siendo revisados al entrar cada mañana en la escuela. Cómo sería patético para sus padres, para los alcaldes, gobernadores, presidente e instituciones, un niño de ocho años siendo inspeccionados”. Y se le notó entre emocionado e indignado.

Cuando Lula perdió a su nieto aún niño, entre sus enemigos políticos corrieron ríos hasta de chistes baratos y obscenos por parte de la extrema derecha e insistieron para que se le impidiera despedirse de él. Recordé entonces en la edición de este diario, cuando en los campos de concentración nazis los niños eran quemados vivos porque no servían para trabajar. Y que en uno de esos campos uno de sus dirigentes usaba la poca agua disponible para regar las flores de su jardín dejando a los niños morir de sed.

Me acusaron entonces algunos lectores de haber exagerado. Es posible, aunque hay que colocarse en la situación que vivía entonces Lula encarcelado, viendo como se burlaban de la muerte de su nieto, sin poder estar a su lado, para mejor entender lo que él está sintiendo ahora viendo cómo la violencia que en este país ha gravemente agudizado la extrema derecha bolsonarista, está llegando al límite de horror de un adolescente matar en la escuela a hachazos en la cabeza a niños que están aún iniciando su vida.

La emoción mezclada e indignación de Lula al comentar con su Gobierno la grave y dolorosa guerra contra las escuelas, lo redime en este momento de las críticas que está recibiendo, dentro y fuera del país, sobre sus discutidas posturas en el delicado tema de la guerra entre Rusia y Ucrania.

Un presidente capaz de sentir el dolor de ver a un niño inocente militarizado en su escuela para defenderlo contra la barbarie de los criminales y avaros de armas, será siempre un escudo que nos defienda a todos contra las tentaciones cada vez más explícitas de querer convertir a este país en una fortaleza armada. Es la sensibilidad humana y social demostrada por Lula, el único modo de dominar a los monstruos de la violencia para abrir camino a los ángeles de la paz.

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