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JAIR BOLSONARO
Columna
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Bolsonaro usa los ataques a las escuelas para crear un clima de guerra civil

Las redes sociales en Brasil, dominadas por el bolsonarismo, se han lanzado en una campaña de miedo contra las familias con amenazas de nuevos atentados

Guardería en Brasil
Peritos forenses revisan la escena donde sucedió el ataque con un arma blanca en la guardería Cantinho Bom Pastor, en Brasil, el pasado 5 de abril.Sávio James (EFE)
Juan Arias

Quien creía que el expresidente Jair Bolsonaro había sido derrotado y salido de escena tras haber perdido las elecciones frente al progresista Lula da Silva se ha equivocado. Es posible que la justicia lo declare inelegible por ocho años por un rosario de acusaciones que lleva encima por atentar contra las instituciones del Estado. Pero ni él ni el bolsonarismo más radical han muerto, ni han sido aún derrotados.

Lo demuestra el hecho que nada más volver Bolsonaro de su exilio voluntario de tres meses en Estados Unidos, donde estuvo en contacto con su amigo Donald Trump, se ha desencadenado en las escuelas de todo el país el pánico frente a los últimos ataques sangrientos contra los profesores y alumnos, algunos de ellos muertos a hachazos en la cabeza.

Pocos dudan que este clima repentino de miedo y preocupación de millones de padres que se niegan a llevar a sus hijos a las escuelas, sean públicas o privadas, hacen parte de una estrategia a nivel nacional para sembrar un clima de guerra. No son solo los padres y alumnos, sino también los profesores quienes se niegan a acudir a las clases o acuden a ellas con pavor.

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De repente, las redes sociales, dominadas por el bolsonarismo, se han lanzado en una campaña de miedo a familias con amenazas de nuevos atentados. Los grandes medios de comunicación se han negado a publicar fotos de atacantes, de alumnos y profesores asesinados o heridos para no darles pábulo a los terroristas.

La respuesta de las redes al boicot de los medios ha sido grosera, inundándolos de emojis de excrementos. Pero lo que más preocupa es que ya muchos padres y madres de familias se niegan a enviar a sus hijos a las escuelas o ellos mismos tienen miedo de acudir, ya que las redes están fomentando a cada momento el clima de miedo.

El mundo político se ve desconcertado ya que resulta difícil, como algunos piden, que las escuelas y guarderías sean militarizadas, algo imposible dado el número ingente de las mismas en un país de 220 millones de habitantes. Y no es fácil la guerra contra las redes sociales por parte del Gobierno Lula para impedir que sigan dando noticias sobre esa nueva embestida de guerra que crea miedos y ausencias masivas a las escuelas.

El problema es doblemente grave porque empieza a afectar a la salud psíquica de alumnos y padres por lo que están siendo movilizados miles de psicólogos, psiquiatras y pedagogos para ayudarles, algo que supone el mejor regalo para Bolsonaro. Él siempre soñó con un país armado hasta los dientes, en clima de guerra civil, contra lo que él llama la defensa de los valores pisoteados por el progresismo, como “dios, patria y familia”.

Los dueños de las grandes redes sociales se niegan a que se les impida convertirse en tribunas de mentiras y amenazas a los valores democráticos bajo la excusa de que no se puede cercenar la libertad de expresión, ni siquiera cuando se trata de terrorismo, de mentiras o de apoyo a la extrema derecha golpista.

Lula, que se encuentra en China, en un viaje de gran importancia de política exterior, necesitará a su vuelta abordar este problema que azota a todo el país preocupado por el aumento de amenazas terroristas a las escuelas, uno de los puntos álgidos de la sensibilidad nacional.

Muchos se preguntaban, antes de la vuelta de Bolsonaro a Brasil, si a su regreso el líder fascista se quedaría callado a la espera de responder al rosario de acusaciones que tramitan contra él en la justicia o si buscaría la forma de mantener al país en clima de guerra civil. Ahora ya no hay duda de que pueda o no representarse a las elecciones, seguirá siendo la mecha siempre preparada para remover los peores instintos generadores de una guerra larvada que siga alimentando a la luz del sol, o en la oscuridad de las alcantarillas, el odio que se entraña en su ideología golpista.

Se trata de una guerrilla disfrazada de la defensa de los valores de la patria que, al revés, acaba envenenándola, ya que se le impide levantar el vuelo para volver a la normalidad sofocada durante los cuatro años de fascismo con ribetes nazis del Gobierno bolsonarista.

Se trata de un Gobierno derrotado, pero que se resiste a morir y sigue alimentando el rescoldo del odio creando un clima de miedo en lo que existe de más sagrado en las familias como lo son sus hijos que acuden a la escuela amordazados por el miedo.

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