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Columna
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La banalidad de filtrar mal

Es difícil creer la veracidad de las filtraciones sin entender a quién benefician. Seguimos subestimando el poder destructivo de la estupidez humana, pese a la evidencia cotidiana y manifiesta de ese principio fundamental

Esta ilustración fotográfica creada el 13 de abril de 2023 muestra el logotipo de Discord y al sospechoso, el guardia nacional Jack Teixeira, reflejados en una imagen del Pentágono en Washington, DC (EE UU).
Esta ilustración fotográfica creada el 13 de abril de 2023 muestra el logotipo de Discord y al sospechoso, el guardia nacional Jack Teixeira, reflejados en una imagen del Pentágono en Washington, DC (EE UU).STEFANI REYNOLDS (AFP)
Marta Peirano

El filtrador no es exactamente un ciudadano corriente enfrentado a fuerzas extraordinarias. No es un Danny Ellsberg, analista de la RAND Corporation, que denuncia las mentiras de la guerra de Vietnam. No es un subdirector del FBI que se cita con periodistas en un garaje de madrugada para destapar el Watergate. Tampoco entrega los documentos en pulcros directorios organizados por tema, como hizo Edward Snowden al llegar a Hong Kong. Ni se los ofrece a un consorcio de cabeceras internacionales para garantizar su publicación con independencia de las afiliaciones políticas o intereses empresariales, como hizo Julian Assange.

Ni siquiera intenta venderlos (que nosotros sepamos) a un agente secreto ruso o a mercenarios en la deep web. Es un adolescente con acceso a documentos clasificados sobre la primera gran guerra global del siglo que los suelta en un canal de memes para impresionar a sus 20 amigos, que repiten la misma jugada en distintos canales y plataformas hasta que los documentos se viralizan en Twitter y 4Chan. En el ínterin, varios documentos han sido manipulados y distribuidos en cuentas de Telegram de varios influencers militares rusos. La nueva versión exagera las estimaciones estadounidenses sobre la cantidad de muertos en la guerra de Ucrania y minimizan la cantidad de tropas rusas asesinadas desde el principio de la invasión. No sabemos si la versión original ha sido manipulada para exagerar lo contrario. No sabemos dónde empieza la desinformación.

Las declaraciones oficiales disparan el caos. Mientras el Pentágono investiga las filtraciones, el asesor del jefe de la Oficina del presidente Zelenski denuncia que se trata de “filtraciones virtuales falsas” del GRU. El Mosad desmiente que hayan impulsado las protestas contra la reforma judicial de Netanyahu, como revela uno de los documentos clasificados. Los influencers del Kremlin advierten de que se podría tratar de una campaña de desinformación para confundir a las tropas rusas. Es difícil creer la veracidad de las filtraciones sin entender a quién benefician. Seguimos subestimando el poder destructivo de la estupidez humana, pese a la evidencia cotidiana y manifiesta de ese principio fundamental.

Discord era una plataforma de gamers, porque a los jugadores les gusta verse para insultarse mientras se coordinan o se destruyen en las plataformas multijugador online. Durante la pandemia demostró ser perfecta para reclutar fuentes, coordinarse con otras agencias, compartir herramientas de verificación de datos, identificación de armas y fuentes remotas de información. Por eso es la favorita de una nueva clase de periodismo que combina herramientas de análisis, síntesis, vigilancia y verificación hasta ahora supeditada a las grandes agencias de inteligencia con el periodismo ciudadano para ofrecer versiones de los hechos que a menudo contradicen la oficial.

Como Forensic Architecture, que combina prácticas de la arquitectura y el análisis forense con técnicas de simulación para recrear escenarios de violaciones de derechos humanos. Y como Bellingcat, la agencia que ha investigado la filtración antes de que lo hicieran el Post, el Times o el Departamento de Justicia. Allí conviven con otros grupos de investigación que buscan pruebas de que la pandemia de covid-19 es una excusa manufacturada para implementar un plan de control poblacional que incluye la implantación de chips controlados por antenas de 5G y la digitalización de la divisa. Es en las grietas de ese nuevo periodismo donde crece una nueva clase de filtración banal.

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