Fusión de Orange y MásMóvil
Bruselas estudia imponer a los operadores europeos condiciones que podrían frenar su competitividad
La Comisión Europea ha comunicado que estudiará a fondo la fusión entre Orange y MásMóvil, valorada en más de 18.000 millones de euros y que creará la mayor compañía de telecomunicaciones española por número de clientes, por delante de Telefónica España. La fusión se produce dentro de un proceso de consolidación por el que claman las principales compañías de telecomunicaciones europeas, argumentando que se necesitan operadores poderosos para acometer las ingentes inversiones necesarias para desplegar las nuevas redes de fibra óptica y de telefonía móvil 5G. A esos desembolsos se suman los pagos millonarios que recaudan los Estados por la cesión del espectro radioeléctrico para las frecuencias que usan en sus comunicaciones. La fragmentación del mercado en la Unión contrasta con la fortaleza de los gigantes estadounidenses y asiáticos. En EE UU, hay tres operadores principales (AT&T, Verizon y T-Mobile) que dan servicio a 300 millones de usuarios. En contraste, en Europa existen más de 100 operadores para una población similar. Y solo China Mobile tiene 1.000 millones de abonados de telefonía móvil, con la mitad ya de 5G.
Pero la formulación del anuncio de la Comisión no presagia un final feliz para el matrimonio del segundo y el cuarto operador español, al que podría imponer fuertes condiciones (los llamados remedies), como la venta forzada de activos o la cesión de redes a los competidores más pequeños. Es poco probable que el Ejecutivo europeo dé luz verde a la fusión si los operadores no hacen un esfuerzo creíble de desinversión en redes. En su justificación, Bruselas apela al riesgo de elevar precios y perder calidad.
Ese análisis tiene su lógica: la fusión de Orange y MásMóvil es el primer test pospandemia para las políticas de competencia, que tienen que trazar un margen entre abrir la puerta a las operaciones corporativas en plena guerra entre EE UU y China, y mantener las estructuras de mercado transparentes y eficientes. En este caso, la posición de Bruselas deja relativamente de lado varios factores: las tarifas medias de los paquetes de internet y móvil no han cesado de disminuir y han caído los ingresos y los beneficios de los grandes operadores, sin que por ello hayan dejado de invertir en las nuevas redes. El mercado español es ya el más competitivo de Europa: siete compañías facturan más de 100 millones de euros cada una y hay 32 operadores móviles virtuales (es decir, sin red propia), de los que 18 tienen más de 50.000 clientes. Actualmente, la compañía que más crece en ingresos y clientes es Digi, un operador alternativo de origen rumano con imbatibles tarifas low cost.
El segundo factor que elude el pronunciamiento preliminar de la Comisión es que los servicios de calidad precisan de fuertes inversiones y estas solo resultan posibles cuando los proveedores alcanzan un umbral mínimo de rentabilidad y una dimensión indispensable. Las condiciones que Bruselas ponga a la fusión deben tener esto en cuenta para propiciar el esfuerzo inversor que anima a compañías como Orange o MásMóvil. Por otra parte, es necesario encontrar el equilibrio para que las condiciones impuestas a los operadores europeos no frenen su competitividad frente a sus homólogos de otras latitudes. Una regulación que resulte asfixiante podría resultar contraproducente ante el campo abierto que disfrutan gigantes tecnológicos estadounidenses como Google, Facebook o Netflix. Son razones de peso que la Comisión debiera tomar en consideración si quiere velar por la competitividad y el futuro del castigado sector de las telecomunicaciones en la UE.
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