Luces agresivas y poco ecológicas
Los lectores opinan sobre la contaminación lumínica, la sanidad pública madrileña, el papel de las madres, y las consecuencias que tienen las redes sociales sobre los jóvenes
¿En qué se parecen un semáforo, un rótulo de farmacia, las estridentes luces de una ambulancia, y un panel publicitario de LED? Pues en su luz molesta y agresiva. Son dispositivos pensados para verse bien de día, pero no se adaptó su funcionamiento nocturno: de noche dan 10 veces más luz de la conveniente, y tanto deslumbran que obligan a mirar a otro lado. Son ejemplos de una tendencia general: instalar luz sin control por todas partes. También donde o cuando no hace falta. Y donde es necesaria, se pone potencia sin moderación alguna, sin preocupación de si invade espacio ajeno, o si se enciende más tiempo del necesario. De la suma de miles de luces desproporcionadas, superfluas, así es como por todas partes hay contaminación lumínica. La mayoría de la gente no sabe que eso perturba el medioambiente, estropea el hábitat de innumerables especies. Y lo que es peor —muchos no lo saben aún—, perjudica la salud humana, compromete la regulación día/noche del cuerpo, nos enferma, insidiosamente.
Juan Antonio Alduncin Garrido. Andoain (Guipúzcoa)
Hacia la privatización
Hace unos días se publicaba en este medio un suceso de un paciente pediátrico que terminó en la UCI tras una mala preparación de un fármaco por la enfermera. Cabe destacar cómo los centros públicos de gestión privada de Madrid mantienen al personal en un estado de estrés continuado que lleva a estos errores. Falta de formación, ratios desorbitados, salarios indignos, falta de descanso… Es la rutina laboral de las concesiones millonarias que están privatizando el sistema sanitario. Una forma progresiva de clasificar a la población entre quienes pueden costear un buen servicio y quienes deben amoldarse a los restos.
Marcos Pastor Galán. Alovera (Guadalajara)
Madres
Siempre me han encantado los dulces. Desde que me alcanza la memoria, mi madre, la persona que me trajo al mundo y que me ha acompañado a lo largo de todos estos años, tan fanática de los postres como yo siempre me ha dejado un pedacito del suyo para que lo pueda probar. Es un sacrificio sencillo, un detalle que pasa desapercibido en muchas ocasiones, pero no para mí. Esta tarde ha sido la última vez que mi madre me ha reservado parte de su postre, y he sido consciente otra vez de lo que les debemos a las madres. Por dejarnos parte de su dulce, por acompañarnos, por no perder la sonrisa. A todas las madres, y en especial a la mía: gracias.
Juan Sánchez Cano. Madrid
Actuar ya
Todos somos conscientes de la influencia de las redes sociales en la sociedad y, sin embargo, nadie hace nada para proteger a los más jóvenes. Muchos niños tienen hoy en día acceso ilimitado a las redes sociales antes incluso de forjar su propia personalidad. ¿Las consecuencias?, la falta de originalidad y de criterio que muchos jóvenes sufren actualmente. La presión social hace que olvidemos la opinión de los expertos, que recomiendan que la edad mínima de los usuarios sea, al menos, de 16 años. ¿Hasta cuando?
Jorge López Puebla. Madrid
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.