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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Por la unidad del feminismo

La desvirtuación del movimiento feminista es la peor consecuencia de la división partidista

Manifestaciones 8-M España
Manifestación por el Día Internacional de la Mujer, este miércoles en Madrid.Claudio Álvarez
El País

La celebración hoy del Día Internacional de la Mujer impulsa a la sociedad global a recordar que, tanto en la vida pública como en la privada, la igualdad entre hombres y mujeres está lejos de ser una realidad. Este debiera ser motivo suficiente para dejar en un segundo plano, aunque sea momentáneamente, las muchas diferencias que casi desde el inicio de la actual legislatura han lastrado en España el enorme capital político ganado con el estallido reivindicativo de 2018, una movilización sin precedentes que situó a la sociedad española en la vanguardia de la lucha por el avance de los derechos de las mujeres, pero cuya fuerza se ha visto disminuida por la evidente fractura pública que vive el feminismo. La desviación actual de sus auténticos objetivos confunde y desanima a buena parte de su mejor patrimonio: una gran mayoría de mujeres consciente de la vigencia de una desigualdad estructural.

Son muchos los desafíos de una agenda global que incluye nuevos estallidos democratizadores, como el protagonizado por los avances vividos en América Latina o por la movilización de las mujeres de Irán, pero también la pujanza de una ultraderecha que abandera un discurso regresivo, reactivo y apegado a un único concepto de familia y a la mujer como estandarte vacío de las perdidas esencias nacionales. Precisamente por ello, la desigualdad real entre hombres y mujeres debería abordarse con determinación y altura de miras en un momento de repliegue identitario que amenaza con una peligrosa involución. Las divergencias no pueden ser tan profundas como para que las decenas de miles de mujeres que, durante estos años, no han dudado en salir a las calles a reivindicar sus derechos y celebrar todo lo conseguido se sientan hoy desmotivadas o excluidas por la instrumentalización partidista y tribal de un movimiento multiforme del que nadie puede ni debe arrogarse la representación monopolística: nunca ha sido esa la naturaleza de la movilización feminista, transversal e interclasista por definición.

El camino hacia una radical concepción igualitaria del mundo es aún demasiado largo como para no buscar consensos que apelen a la unidad más allá del legítimo debate en aspectos de detalle que nunca debieron jibarizar un ambicioso programa de futuro. Las mujeres se enfrentan hoy a los efectos negativos de la pandemia, tanto por su mayor nivel de desempleo como por las secuelas causadas por una exposición más intensa al coronavirus, ocasionada por la feminización de muchas ocupaciones relacionadas con la salud y los cuidados, sectores donde las mujeres constituyen el 70% de la fuerza laboral mundial. Es urgente que, junto a la transición verde y la digital, completemos esa tercera transición de la que habla hoy una tribuna en nuestras páginas de opinión, e incorporemos los cuidados como eje de transformación estructural de nuestras economías y sociedades.

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También este año celebra el feminismo el quinto aniversario del Me Too, un movimiento que sigue empujando con fuerza el objetivo de acabar con los mecanismos de dominación e impunidad que provocaron aquella extraordinaria explosión. Su onda expansiva permea hoy otros debates esenciales, como la precarización de la vida de las mujeres o su derecho a una participación plena en todos los niveles y estructuras de la vida: sociales, económicos, institucionales y políticos. Son esos los objetivos que deberían estar alineados con los expresados en las calles con motivo del Día Internacional de la Mujer. En lugar de recoger la fractura para proyectarla en pancartas y eslóganes divisivos, es responsabilidad de todas las organizaciones políticas y sindicales encontrar una ancha zona común para abordar los muchos retos de la agenda feminista donde el trabajo sigue siendo ingente y demasiadas veces invisibilizado en la discusión pública de ideas y programas.

El conflicto generacional ha cristalizado en torno a los debates sobre la “fluidez” del género, pero también ante la evidencia de un tiempo de cambios profundos impulsados por las nuevas tecnologías. Esas nuevas demandas y realidades tensionan hoy a un movimiento que no puede camuflarse bajo la necesidad política de un feminismo de oposición. El salto desde las reivindicaciones a las propuestas, en un Gobierno que mantiene una guerra abierta por la bandera morada, no hace sino agravar irresponsablemente una brecha interna dictada por el viejo juego de los intereses de partido y del oportunismo electoral antes que por la voluntad de afrontar un verdadero debate entre visiones feministas divergentes. Resulta difícil entender, por ejemplo, que una ley que garantiza la paridad en la política y la empresa privada, con listas cremallera y equidad representativa en el Gobierno y en los consejos de administración de las grandes empresas y los colegios profesionales, se haya promovido desde el Ministerio de la Presidencia existiendo un Ministerio de Igualdad. Como lo resulta también que la envergadura de los desafíos a los que se enfrenta hoy la mayoría de las mujeres quede opacada por la colonización total de la agenda institucional por las polémicas que acompañan a las llamadas ley trans y ley del solo sí es sí, dos iniciativas sobre las que cabe plantear dudas pertinentes de carácter técnico y de contenido, pero cuya necesidad tampoco es cuestionable.

El camino emprendido hacia una concepción igualitaria del mundo es ya irreversible, al margen del papel que hoy quieran jugar en él algunos actores políticos contingentes y al margen incluso de la convocatoria dividida de las manifestaciones. Este 8 de marzo de 2023 no ha sabido escarmentar ni corregir la fragmentación vivida ya el año pasado, cuando el feminismo debería ser y querer ser una celebración festiva y reivindicativa a la vez para todas las mujeres y hombres de este país.

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