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Brasil
Columna
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No es una broma

Resulta imposible incluso a gobiernos progresistas disminuir la burocracia que asfixia a la propia economía y enloquece al ciudadano común en Brasil

Juan Arias
Una bandera de Brasil, en São Paulo
Una bandera de Brasil, en São Paulo, en 2020.NACHO DOCE (Reuters)

Cuando lo leí, firmado por el reconocido periodista del diario O Globo Lauro Jardim, creí que era una broma. Y hasta me reí. No lo era. Se trata de un nuevo cargo que el Gobierno de Lula acaba de crear en el Ministerio de la Secretaría de Comunicación Social.

El nuevo nombre del cargo tiene 26 palabras. Hagan la prueba para ver si consiguen leerlo sin tener que detenerse a respirar. Imagínense que a la detentora del nuevo cargo, sí es una mujer, alguien le pregunte cuál es su trabajo y ella tenga que responder, hinchando antes los pulmones: “Responsable de la Coordinación de Políticas para la Libertad de Expresión y Enfrentamiento a la Desinformación del Departamento de Promoción de la Libertad de Expresión de la Secretaría de Políticas Digitales de la Secretaría de Comunicación Social de la presidencia de la República”.

Sí, todo con mayúsculas y sin una coma para poder respirar, y como comenta el columnista: “Ese feo vicio de la burocracia no ha iniciado en este Gobierno y no hay indicios de que va a acabar. Está entrañada en el alma del servicio público”.

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Dicen que Brasil es el país con mayor número de leyes del mundo. La última cifra que he visto (¿quién es capaz de contarlas?) supera los cuatro millones. En el Gobierno de Dilma Rousseff una de las nuevas directrices fue crear el Día nacional del macarrón, como si estuviéramos en Italia.

Y a propósito de Italia, cuando era corresponsal de aquel país para EL PAÍS, sofocados por la burocracia, se llegó a crear un nuevo ministerio encargado de reformar la burocracia. Por cierto, el pobre y flamante nuevo ministerio acabó siendo extinguido porque enseguida resultó tan burocratizado o más que los antiguos. Mejor eliminarlo y confesar que la burocracia es un pecado sin perdón y sin contrición de corazón.

Volviendo a Brasil, lo curioso es que, a pesar de todas esas aberraciones y del cargo de 26 palabras creado por el nuevo Gobierno, Brasil es o sería al mismo tiempo uno de los más creativos en las nuevas tecnologías como lo acaba de confirmar en Río de Janeiro Diego Dzodan, que ocupó cargos como líder en grandes empresas de tecnología como Facebook.

Según Dzodan, al mismo tiempo que Brasil sufre de la plaga de la burocracia que lo asfixia, es hoy un hub de innovación. Y pone el ejemplo que este país, hasta hace muy poco, era el único con Pix [Una forma de pago electrónico] y siguió siéndolo por un buen tiempo.

Y es sabido que en Silicon Valley en Estados Unidos, cerebro de las nuevas y revolucionarias tecnologías que están cambiando el mundo, es unánime la convicción que los estudiantes brasileños de dichas locuras de innovación, figuran entre los que se sobresalen en sus talentos. Hasta el punto que se llegó a decir que los próximos Steve Jobs o Bill Gates podrían ser brasileños.

Al parecer, resulta imposible incluso a gobiernos progresistas disminuir la burocracia que asfixia a la propia economía y enloquece al ciudadano común. Y es que estamos ante un callejón sin salida. La política en Brasil aún lo invade todo: el derecho, la religión, las leyes hasta con minúscula pero se presenta incapaz de hacer una limpieza a fondo de sus más de cuatro millones de normas que acaban paralizando al país.

Quizá lleve razón el refrán popular de que “a río revuelto ganancia de pescadores”. En Brasil a los pescadores de cargos y privilegios dentro de la política les interesa, al parecer, que el río la burocracia, siga lo más revuelto posible. Sí, también para la izquierda. ¿Quién ha dicho que no?

Relean, si no respirando antes a fondo, el nombre del nuevo cargo creado. O vean cómo para poder tener mayoría en el Congreso el nuevo gobierno permite que las prebendas sean repartidas sin escrúpulos ni remordimientos de conciencia. Y eso incluso entre los líderes más hostiles hasta ayer al Gobierno, los que eran y se jactaban de ser fervorosos bolsonaristas. ¿Que la política es así en todas partes? Cierto, pero también es verdad que nunca la democracia estuvo más amenazada que hoy en todo el mundo.

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