Bestias y lobitas
No entiendo de cine ni de teatro, pero sé cuándo una historia bien escrita y bien contada y cuatro actrices en estado de gracia vuelven del revés a la más hecha y más derecha y más escéptica


Suelo dormirme en el cine y, lo que es peor, en el teatro, al alcance de la vista del reparto. Será la edad, el cansancio, el insomnio, las cargas mentales y de las otras, pero es pillar una sala a oscuras, una butaca cómoda y la perspectiva de pasar dos horas desconectada de mis neuras, y empezar a pesarme los párpados, desnucarme yo sola a cabezazos y quedarme frita en la platea, independientemente de lo trepidante que sea lo que sucede en escena. Al revés, cuanta más acción y más decibelios, más profunda es mi inconsciencia. La gente se desternilla, se acojona o se acongoja con las películas de otros. Yo me las ronco, según me difaman mis acompañantes. No me quejo, al contrario: a veces lo agradezco. En la última, no diré cuál por respeto al trabajo ajeno, me pasé dormida dos horas largas de las tres de metraje, excelente cura de sueño que me compensó de sobra los 10 pavos de la entrada. Solo así, confesando mis antecedentes, puede entenderse lo extraordinario del hecho de que, últimamente, dos historias filmadas me hayan mantenido no solo despierta, sino con el alma en vilo.
Vi gratis Cinco lobitos por trabajo, no por gusto, en el ordenador del curro y, además de tener que ir al baño a llorar varias veces, me pasé el resto del día con el cuerpo y el rímel arrasados al ver pasar a la fuerza a una madre y a su hija de cuidadoras a cuidadas, y viceversa. En As bestas, que disfruté pagando y en pantalla grande, fue el ver, oír y sentir a una hija y a su madre ajustar sus cuentas pendientes a gritos y susurros en la cocina, lo que me puso el estómago en la boca y el corazón en un puño. No entiendo de cine, ni de teatro, pero sé cuándo una historia bien escrita y bien contada, y cuatro actrices en estado de gracia poniéndole carne y sangre y ojos a la maldita ley de vida vuelven del revés a la más hecha y más derecha y más escéptica. Igual respiro por la herida, siendo como soy anticipadora profesional de catástrofes, y estando como estoy en vísperas de comerme un síndrome del nido vacío del tamaño del estadio olímpico chino. Pero, si son madres o hijas, y aunque no lo sean, no se las pierdan. Concluyo, que esta noche tengo estreno de culto. A ver si recupero sueño, que llevo toda la semana sin pegar ojo.
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